martes, 3 de noviembre de 2015

Va de burkas

Para los occidentales la prenda que usan las mujeres musulmanas para ocultar su rostro a los hombres, representa generalmente, dicho sin miramientos y con total claridad, una agresión o una provocación. Lo curioso es que muchos no entienden porqué es así, incluso los mismos agredidos no saben como explicarlo. Para empezar de la manera más sana y constructiva, deberíamos reconocer nuestra ignorancia en el asunto, pues le decimos burka a cualquier trapo que una musulmana lleve en la cabeza. A continuación hay una imagen donde se muestran las cuatro modalidades básicas de esta indumentaria, que sin duda tiene un matiz religioso.



Aclarado ese punto, deberíamos reconocer que no vemos muchas burkas en nuestras ciudades, solamente algunas extrañas veces. Lo que más abunda en la Hijab, el Chador y el Niqab. Ese comportamiento nuestro, provoca suspicacias entre los musulmanes, que nos suponen unos occidentales intolerantes que no soportan su religión. La realidad, es que no se trata de un asunto tan sencillo, pero nuestra naturaleza humana siempre busca las explicaciones más elementales, las que muchas veces son acertadas, pero en otras, como en este caso, no lo son.

Parece que fue ayer, pero ya han pasado catorce años desde el atentado al World Center de Manhattan. Los de mi generación, y los de otras también, alcanzarán a recordar que antes de esa fecha (11/09/2001), no existía mucho rechazo a este tipo de vestimenta. Cuando veíamos a mujeres con una Niqab,  lo máximo que nos provocaba era curiosidad, aunque es de reconocer que a algunos nos pasaba por la cabeza el sentimiento de opresión, pero no mucho más. O sea, no era tan importante, no sentíamos que nos provocaban y mucho menos que estábamos siendo agredidos. ¿Qué ha pasado en todo ese tiempo y por qué las sensaciones han cambiado?

Siendo honestos, deberíamos reconocer que en un inicio muchos comenzaron a ver a los musulmanes como unos posibles enemigos. Era la época en que los musulmanes temían las represarías de los occidentales indignados. Todos vimos en la televisión a niños palestinos y de otras regiones musulmanas, festejando el éxito de unos aviones que sembraban el pánico entre los ciudadanos estadounidenses. - Es lógico que se le tema a quien nos odia -. Se decía aquello de: “No todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes”. Claro que esto tampoco era absolutamente cierto. Diez años después, tuvimos un terrorista Noruego, uno de una espantosa efectividad. Aquí entramos en el contexto de los “prejuicios”, es decir el de hacer un  juicio de una persona sin tener suficientes elementos para hacerlo.

Vale la pena explicar ahora, que los prejuicios no siempre son del todo incorrectos. Tenemos aquellos prejuicios que no son basados en información verificable, como cuando alguien afirma que su vecina es una libertina porque de su casa entran y salen muchos hombres. No sabemos que ocurre dentro de esas paredes. - Es una posibilidad, pero no una realidad verificable -. (Aclaro a mis lectores, que en lo personal no me preocupa lo que haga cualquier vecino con su cuerpo dentro de su casa; era solo un ejemplo). Pongamos el ejemplo contrario. Es un hecho comprobable que la población carcelaria de los Estados Unidos es mayoritariamente de descendencia Africana. Por muchos errores que cometa el sistema judicial estadounidense, en el fondo sabemos que no es tan terrible como para influenciar tan drásticamente en esa estadística, sin duda elevada. De esta manera no podríamos decir que todos los afroamericanos son delincuentes, pero si que existe una gran probabilidad de que lo sean. Las causas, pueden ser muy variadas, pero el hecho es definitivamente comprobable. (Aclaro también, que hay muchísimos afroamericanos, millones, que son excelentes personas, que no son delincuentes y que merecen el respeto de todos).

Si aceptamos este hilvanado lógico, usted tendrá que admitir que no siempre sostener algún tipo de prejuicio, ha de ser desacertado cuando el propósito es evaluar el entorno en que vivimos. Evaluamos las escuelas donde enviaremos a nuestros hijos, los hospitales donde ingresaremos a nuestras madres, el barrio donde compraremos una casa e incluso la higiene del panadero que nos vende el pan. - Evaluar el entorno es una actitud humana muy relacionada con nuestra supervivencia; lo hemos hecho siempre y lo seguiremos haciendo -.

Regresemos  a aquella mujer musulmana que se cubre totalmente o parcialmente el rostro. Cuando la vemos percibimos un mensaje, en este caso el de su religión y todo lo que está asociado con ella.

A continuación un resumen:


  • Amenazas de conquista y sumisión a Occidente.
  • Opresión matriarcal.
  • Sistema legislativo sujeto a la Religión (leyes Sharias)
  • Califatos y ausencia de democracia de herencia helénica.
  •  Terrorismo religioso.
  • (atraso).

Algunos se preguntarán. ¿Pero entonces porque no sentimos esa misma sensación cuando vemos a una monja católica o esa viejecita de la aldea, que aun conserva aquella manera tradicional de vestir, digamos porque vive en su luto. Pues bien, la respuesta es sencilla y no hay intención de sarcasmo. “No nos han amenazado y no representan un peligro para la civilización occidental, al menos como la conocemos hoy en día”.

Pero todo lo anterior no nos resulta suficiente para explicar el por qué nos afecta tanto ver dichas vestimentas en nuestro entorno. En realidad existe un detalle mucho más perturbador y que seguramente muy pocos habrán notado. Desde el inicio de las migraciones musulmanas a Occidente,  advertimos como vestían estas personas de cultura diferente, pero al poco tiempo de establecerse se les veía la intención, muchas veces infructífera, pero siempre intención, de integrarse en la sociedad que les acogía. Solo una generación después, los descendientes de estos emigrantes ya vestían a la manera occidental y dejaban atrás, siempre con alguna resistencia familiar, la cultura de sus padres. Por supuesto, hubieron excepciones, pero eso es lo que ocurría en general. Lo que ha sucedido desde los años posteriores al Septiembre 11, es algo sin precedentes en está emigración musulmana. Se ha recobrado el orgullo musulmán, llegándose a convertir, esa manera de vestir, en moda. Los jóvenes que antes no querían saber nada de aquel pasado, de pronto encuentran una vía de alcanzar una notoriedad, de llamar la atención. Eso de: “ahora somos importantes” y que yo sentenciaría como: “somos cool a la musulmana”, es lo único que explicaría que de buenas a primera, sean los jóvenes y no los viejos, los que enarbolen la bandera del musulmanismo. Es una clara advertencia de que “no nos importa lo que pienses, estamos aquí y no puedes hacer nada, - chúpate esta -. Nos llamo la atención que miles de jóvenes saltaran a las calles en busca de una reivindicación de las leyes de la Sharia en Occidente y que fueran ellos los que salieran expeditos a unirse a ejércitos que pregonan su deseo de conquistarnos. No fueron aquellos viejos emigrantes los que han creado esta sensación, son los jóvenes y eso representa un mensaje mucho más directo. En lo personal, cuando veo a una señora mayor vestida de esa manera no siento esa sensación de desafío, lo siento cuando debajo de la Niqab descubro unos ojos lozanos y penetrantes.  Es en ese instante en que percibo algo más que una convicción religiosa. ¿Te sucede lo mismo?





Es aquí donde nace el prejuicio, un prejuicio que se acerca bastante a un juicio preciso, donde la estadística nos da un mensaje directo: - No estás tan equivocado- .