La intolerancia no es exactamente un mal terrible, claro que esto es una opinión. Y ya puedo ver a muchos individuos escandalizados por una aseveración de tal tipo. Yo soy intolerante ante el nazismo el cual excluye, por concepto, las “razas inferiores”. Al no creer en sus doctrinas y al estas intentar anular, sin apelaciones, las mías, me siento con derecho a ser intolerante ante ellos. Lo anterior es un ejemplo de cómo puede resultar permisivo, desde mi punto de vista, ser intolerante. Claro que decir esto sin ejemplos tiende a confundir. Un montón de gente se lanzaría de inmediato hacia mi destrucción, sin piedad, simplemente porque es un esnobismo estar contra la intolerancia y ellos, claro está, no piensan en los pequeños detalles, o no piensan por sí mismos.
Eso le está pasando a José Ramón y lo entiendo porque muchas veces me ha pasado a mí mismo. Desafortunadamente nadie ha salido a defenderme, pero honestamente tampoco me ha hecho falta. José Ramón y yo hemos coincidido en muchas cosas y en otras no, pero sin que esto implique la irrespetuosidad entre nosotros. Es bueno tener amigos con los que se discrepa, muy bueno. Según mi experiencia la verdad no se encuentra en el consenso, se encuentra en la discusión inteligente y en la honestidad de las personas. Sospecho que ya todos estén deseando que vaya al grano, pues bien ahí vamos.
José Ramón tiene un Blog, Cuba Española, desde hace varios años. En este se defiende, con argumentos muy sólidos, la conveniencia y las razones históricas por las cuales Cuba, en un Estado Democrático, debería valorar si convertirse o no, en una Comunidad Autónoma de España. En mi trabajo, en colaboración con José Ramón, “Una Propuesta del Siglo XXI para una Cuba Comunidad Autonómica de España” abordé este tema, incluso con algunos desacuerdos de mi colaborador. La cantidad de emails que he recibido insultándome, me ha engrandecido de tal manera que me he sentido obligado a seguir investigando sobre el tema y he estado dedicándole una buena parte de mi tiempo libre a comprenderlo. Les aseguro que es fascinante. Como bien dice José Ramón, y muchos otros antes que él, hay una gran leyenda negra detrás de la propia historia de Cuba en relación a España. Es obvio, que quienes conformaron esta tendencia de pensamiento fueron los vencedores, como desafortunadamente siempre sucede. Los primeros presidentes de Cuba fueron Generales de la guerra de independencia, aunque la mayoría de los mambises no fueran independentistas. Claro que esta última parte se les olvidó que debería ser enseñada en las escuelas de la nueva nación. Se fue fomentando así una “labor educativa” en contra de España, y por ende de los españoles. ¿Cómo se logró hacer algo así?
Las guerras siempre muestran lo peor de los seres humanos; las guerras enseñan a envidiar, a odiar. Esto conlleva a que los individuos que participan en ellas se dejen llevar por la pasión en detrimento de la lógica racional del comportamiento humano ¿Cómo matar a mi enemigo si no siento un profundo rencor hacia él? ¡Es tan sencillo! Y esto, por más justo que pretendamos ser, ocurre en los divergentes bandos de las guerras. Nadie habla de que Maceo no les daba la opción de vivir a los enemigos que capturase, nadie dice que simplemente los mataba. ¡Qué poca dignidad matar a soldados indefensos! Sin embargo si se habla mucho de Valeriano Weyler, quien ordenó una reconcentración de la población rural y que esto provocó la muerte por hambre de miles de campesinos. Yo veo las cosas un poco diferente a José Ramón porque yo creo que todos estos comportamientos, los unos y los otros, están plenamente justificados, partiendo siempre de su contexto histórico. No veo justo minimizar, desde la perspectiva de nuestra época, la heroicidad y el papel histórico, más o menos loable, acerca de estas causas de aparente justeza. Si bien Antonio Maceo y Grajales era un déspota y un intransigente militar, también era un excelente estratega y creía en la justeza de su encomienda. Podría decir lo mismo de Valeriano Weyler, pero entonces no sonaría tan bien; no estamos educados para eso.
José Ramón, solo está desnudando a los dioses que crearon para nosotros; los está haciendo humanos. El problema es que los creyentes nunca perdonan que les destruyan a sus altísimos porque prefieren seguir profesando su religión histórica. Son muy difíciles las transformaciones. Yo podría decirle a José Ramón que me importa un bledo la mala opinión que tenía Doña Leonor Pérez Cabrera, sobre su hijo José Martí Pérez, como se puede apreciar en su coloquio de cartas que pueden leer AQUÍ. Para mí la opinión de su madre es irrelevante porque parte del concepto de la familia y obviamente Martí, para bien o para mal, estaba por encima de ello. El Martí que yo aprecio es el Martí que discurría y pensaba por sí mismo, como lo hace mi amigo José Ramón. Ese Martí que con sus zapatos rotos andaba por las calles de New York buscando colaboradores y recaudando dinero para su causa. El Martí que yo busco es el poeta trasnochado que con su pluma en la mano dejaba para el futuro sus pensamientos. Yo le hubiese acompañado con mucho gusto a un par de copas de Ginebra. Un hombre que vivió en la pobreza material y en la opulencia de su pensamiento. Yo me quedo con el Martí que se montó en un caballo sabiendo que no tenía un futuro, más allá de unas horas más de vida, pero que conservaría con ello su dignidad. El Martí que yo veo es el de uno que se cuestionaba así mismo contantemente y que sin ninguna duda buscaba, erradamente o no, el bien de los cubanos. Un gran hombre y sin dudas un ser humano como otro cualquiera. Esa parte humana se la debemos a escudriñadores de la historia como Don José Ramón Morales. ¿Qué haríamos sin él?
Cuando los vencedores se deshicieron de la colonia, entonces pretendieron también deshacerse de algunas partes inconvenientes de la historia. Se obviaron así las partes buenas de la Cuba que pertenecía a España, haciendo solamente visibles las ventajas de ser independientes. Aquí introduzco una pregunta, ¿De veras alguien cree, que ser independientes les hace obligatoriamente más libres? El concepto de Libertad es tan variado que muchos han escrito compendios sobre ello y la verdad es que yo no estoy de ánimos para entrar en esta historia. Solo me voy a permitir decir, que la libertad empieza dentro de nosotros, cuando somos capaces de vaciar nuestra biblioteca mental, una y otra vez, y volver a reorganizarla infinitamente. Esa es mi opinión.
Mi Madre, quien nació en 1948 en Lugo, España, y llegó a Cuba de siete años, me contó una vez una triste anécdota que confirmaría en mí este criterio. Antes de la Revolución ella estudiaba en una escuela privada, pero como todos saben, cuando triunfa la Revolución, todo lo privado, especialmente la educación, desapareció. Así, todos aquellos niños que antes estudiaban en escuelas privadas serían reubicados en escuelas públicas, básicamente las mismas con nuevos nombres. Para ello crearon un sistema de reevaluación nacional, para así determinar en qué nivel ubicar a los niños. Mi madre, que estaba en quinto grado, había calificado para sexto grado, pero el día en que empezaron a llamar a los niños para decir a qué nivel finalmente pertenecían lo hicieron mencionando el origen. Es decir, que cuando llamaron a mi madre dijeron, “Ana Olga García Revaldería, original de España”. Todos volvieron la vista para ver quién era “ese español de mierda, asesino de mambises”. Mi madre entonces guardó silencio y llamaron al siguiente. Por esa razón mi madre se quedó en aquella aula, la de los niños de quinto grado, y como todo en la Cuba de aquella época, inicios de la Revolución, nadie enmendó el error. Así la escamoteada historia hizo sentir a nuestros progenitores españoles. Cuando digo progenitores lo digo en todos los conceptos, recordando incluso que la mayoría de nuestros mambises eran descendientes directos, y en primera línea, de españoles.
Se sembró el odio hacia España porque era necesario que nuestros dioses fueran los únicos dignos de Olimpo de la Historia, y al parecer en aquellas alturas solo cabía la pequeña Isla. Una Isla que no puede desvincularse de España, ni en nuestros días. Yo siempre digo, y se lo he dicho también a José Ramón, que la historia que realmente debería interesarnos es la que falta por construir y que si la historia sirve para algo es para comprender en que nos equivocamos. Nuestros héroes, los Insulares y los Peninsulares eran seres humanos, iguales que cualquier otro que podamos encontrar hoy en nuestras calles. Vivieron la historia como les tocó, y actuaron según las tendencias de la época y muchos fueron, como Martí, libres pensadores.
Yo no creo en los Dioses de los argumentos, pero yo le otorgo el mérito a José Ramón de abrir la mente a otros que prefieren lo consensuado. Para mí lo consensuado es simplemente lo que es conveniente, y esto último puede convertirse en farsa. Podemos discrepar con nuestros amigos, pero dejarían de serlo si no podemos discutir con ellos, y eso debería ser apreciado. Me gustaría que aquellos que tienen insultos y no argumentos, se miren al espejo y piensen en lo que ven. Si se ven a ellos mismos, es preferible que rompan el espejo porque definitivamente no es una buena imagen.