A mi amigo el Rafael
Santiesteban (El Beatle), que siempre me lee.
Los cubanos somos unos
aborígenes eternos. Aquellas historias de finales del siglo XIV y principios de
XV, en que los encomenderos llegaban a tierras habitadas por hombres y mujeres
a medio vestir, no han terminado para los ingenuos cubanos. Recuerdo a mi
profesora de historia contarnos como les ofrecían oro a cambio de baratijas;
espejos u otros objetos de escasísimo valor para aquellos europeos adelantados.
La realidad es que traían técnicas de construcción, metalurgia, navegación y
concepciones del arte muy superiores, a pesar del pataleo que esto provoque en
ciertos historiadores patriota-aborigenistas. Incluso aportaron una religión
monoteísta, que según la opinión de la mayoría de los teólogos, era mucho más
avanzada. Los aborígenes de estas regiones no eran tan pacíficos como nos
cuentan, pero eso ya sería otro tema. Quiero llamar a la reflexión sobre como
reaccionamos los cubanos y como se refleja en lo que somos.
Los cubanos recordarán lo que el
gobierno de la Habana denominó “La casa del Oro y de la Plata”. Eran
establecimientos donde evaluaban y recaudaban aquellos mínimos tesoros de las
familias cubanas, siempre a cambio de unas monedas especiales. Estas servían
para comprar en entidades comerciales en los que se vendían productos que no
podían encontrarse en las tiendas destinadas a la población. Las especias de
aquel extraño intercambio resultaron ser diamantes, rubíes, esmeraldas, oro,
plata y platino. Las baratijas de los antiguos y maldecidos encomenderos podían
ser comparadas, sin demasiado espaviento, con televisores de tecnología
anticuada que ya no se vendían en las calles del otro lado del telón de acero.
Recuerdo una anécdota, que entonces me pareció grandiosa, en la que una familia
llevó a tazar un crucifijo de un metro que estaba cubierto de diamantes y los
tasadores le ofrecieron a los afortunados un auto de la marca Lada. Hoy me rio
de aquella bondad de nuestros gobernantes, nuestros encomenderos, pero no puedo
evitar sentir tristeza por la estafa. Me pregunto donde fue a parar el último
reducto de bienes tasables de la familia cubana.
En estos momentos esa misma familia
cubana está experimentando el último saqueo; creo que el último. ¿En que
consiste? Para responder primero hay que saber que le queda. Se trata de los
bienes inmuebles, deteriorados en su mayoría, pero aun quedan ciertas
propiedades con un valor apreciable. La posibilidad reciente de poder vender
este tipo de propiedades ha dado la posibilidad a los cubanos de emigrar, por
primera vez después de medio siglo, con algo de dinero en los bolsillos. A su vez, las restricciones para abandonar el
país han disminuido considerablemente y esto ha sido la base de la aparición de
un nuevo tipo de emigrante, uno que lo vende todo, incluida su casa, para
empezar su vida en otro país.
Realmente son mucho más
afortunados que sus compatriotas que emigraron en el pasado. Hay casos en mi
familia en que les inventariaron hasta las toallas, decomisaron refrigeradores,
televisores y solo podían llevar consigo tres calzoncillos, no más. Sus casas
fueron a parar a otros que por entonces eran afines al proceso revolucionario,
aunque conozco a más de uno que hoy vive en Miami. Es la historia interminable
donde unos despojan a otros, hasta que les llega también su turno.
En estos momentos hay lo que
nosotros mismos denominamos como un nuevo conflicto migratorio cubano. Hay
cubanos varados en toda Centro América y Ecuador, justamente donde los pasos
fronterizos han sido cortados. Algunos países han tenido una actitud más
benevolente y otros han resultado menos compasivos. Sin embargo, me preocupa la
inocencia de mis compatriotas que no han entendido los entresijos del problema.
Analizando la cronología inicial:
1) La Habana pudo desde un
inicio controlar la situación negociando con Ecuador (aliado y amigo) el
negado de visas a los cubanos, pero no lo hizo en su momento. Los cubanos
entraban a Ecuador después de pagar una visa, para inmediatamente seguir su
peregrinación hacia el norte.
2) El éxodo se incrementa cuando
varios congresistas estadounidenses comienzan a barajar la idea de modificar la
ley de ajuste cubano, por razones que a mi me parecen obvias y legítimas.
3) La crisis migratoria comienza
a notarse cuando Nicaragua cierra sus fronteras e impide a los cubanos
continuar su rumbo.
Hagamos a una pausa para auto
respondernos un par de preguntas. ¿Por qué el gobierno de la Habana, a pesar de
la publicidad adversa que representa que miles de cubanos estén intentando
escapar de su maravilloso sistema social, espera tanto para negociar con Quito
la cancelación de visados? Tengo una hipótesis.
La Habana vio en la crisis el
método perfecto para disuadir a los exiliados cubanos de la idea de llevar al Congreso
de los Estados Unidos, un proyecto de Ley en donde se modificaría la actual Ley
de Ajuste Cubano. El método consistió en jugar con la sicología emocional del
cubano. Le hicieron creer que seguía siendo necesario contar con esa Ley de una
manera integra, para acoger a sus compatriotas ultrajados y abandonados por el
régimen. De esta manera, la Habana garantizó nuevamente que la válvula con la
que se liberan las frustraciones y las desesperanzas de sus ciudadanos se
mantuviera indemne. A tal punto esto es así, que ahora mismo ha desaparecido el
apoyo a los congresistas que se planeaban modificar la ley.
Ahora el gobierno de la Isla ha
vuelto a considerar cortar el flujo a través de Ecuador, y así lo estamos
viendo. También intenta negociar con los gobiernos involucrados el paso de
estos cubanos a través de sus fronteras o, en el peor de los casos, la
repatriación. A la Habana ya no le es útil el escándalo.
¿Y en medio de este rejuego
político quien perdió? No hay que dudarlo, los nuevos aborígenes; los cubanos. Son los
que corrieron a vender sus casas y todo lo que poseían de valor para sumarse al
corredor de exiliados que iba desde Ecuador hasta la frontera norte de México.
Los que tuvieron éxito podrán sopesar en el futuro si valió la pena o no, pero
los que no, serán los nuevos perdedores. Esta vez tendrían que
regresar sin nada y hacia nada. Por otra parte, los cubanos exiliados de estos
tiempos, y de primera generación, suelen ser unos trabajadores arduos, que
viven para ayudar con remesas a sus familiares en la Isla y que regresan allí
con alguna frecuencia. Es decir, que la Habana también se beneficia del éxito
de los que alcanzan la meta del norte.
La conclusión para mi es
adversa: Los políticos del régimen son mucho más perspicaces que todos nosotros.