Para los
occidentales la prenda que usan las mujeres musulmanas para ocultar su rostro a
los hombres, representa generalmente, dicho sin miramientos y con total
claridad, una agresión o una provocación. Lo curioso es que muchos no entienden
porqué es así, incluso los mismos agredidos no saben como explicarlo.
Para empezar de la manera más sana y constructiva, deberíamos reconocer nuestra
ignorancia en el asunto, pues le decimos burka a cualquier trapo que una
musulmana lleve en la cabeza. A continuación hay una imagen donde se muestran
las cuatro modalidades básicas de esta indumentaria, que sin duda tiene un
matiz religioso.
Aclarado ese
punto, deberíamos reconocer que no vemos muchas burkas en nuestras ciudades,
solamente algunas extrañas veces. Lo que más abunda en la Hijab, el Chador y el
Niqab. Ese comportamiento nuestro, provoca suspicacias entre los musulmanes,
que nos suponen unos occidentales intolerantes que no soportan su religión. La
realidad, es que no se trata de un asunto tan sencillo, pero nuestra naturaleza humana
siempre busca las explicaciones más elementales, las que muchas veces son
acertadas, pero en otras, como en este caso, no lo son.
Parece que fue
ayer, pero ya han pasado catorce años desde el atentado al World Center de
Manhattan. Los de mi generación, y los de otras también, alcanzarán a recordar que
antes de esa fecha (11/09/2001), no existía mucho rechazo a este tipo de
vestimenta. Cuando veíamos a mujeres con una Niqab, lo máximo que nos provocaba era curiosidad,
aunque es de reconocer que a algunos nos pasaba por la cabeza el sentimiento de
opresión, pero no mucho más. O sea, no era tan importante, no sentíamos que nos
provocaban y mucho menos que estábamos siendo agredidos. ¿Qué ha pasado en todo
ese tiempo y por qué las sensaciones han cambiado?
Siendo
honestos, deberíamos reconocer que en un inicio muchos comenzaron a ver a los
musulmanes como unos posibles enemigos. Era la época en que los musulmanes
temían las represarías de los occidentales indignados. Todos vimos en la
televisión a niños palestinos y de otras regiones musulmanas, festejando el
éxito de unos aviones que sembraban el pánico entre los ciudadanos
estadounidenses. - Es lógico que se le tema a quien nos odia -. Se decía
aquello de: “No todos los musulmanes son terroristas, pero todos los
terroristas son musulmanes”. Claro que esto tampoco era absolutamente cierto.
Diez años después, tuvimos un terrorista Noruego, uno de una espantosa
efectividad. Aquí entramos en el contexto de los “prejuicios”, es decir el de
hacer un juicio de una persona sin tener
suficientes elementos para hacerlo.
Vale la pena
explicar ahora, que los prejuicios no siempre son del todo incorrectos. Tenemos
aquellos prejuicios que no son basados en información verificable, como cuando
alguien afirma que su vecina es una libertina porque de su casa entran y salen
muchos hombres. No sabemos que ocurre dentro de esas paredes. - Es una
posibilidad, pero no una realidad verificable -. (Aclaro a mis lectores, que en
lo personal no me preocupa lo que haga cualquier vecino con su cuerpo dentro de
su casa; era solo un ejemplo). Pongamos el ejemplo contrario. Es un hecho
comprobable que la población carcelaria de los Estados Unidos es mayoritariamente
de descendencia Africana. Por muchos errores que cometa el sistema judicial estadounidense,
en el fondo sabemos que no es tan terrible como para influenciar tan
drásticamente en esa estadística, sin duda elevada. De esta manera no podríamos
decir que todos los afroamericanos son delincuentes, pero si que existe una
gran probabilidad de que lo sean. Las causas, pueden ser muy variadas, pero
el hecho es definitivamente comprobable. (Aclaro también, que hay muchísimos
afroamericanos, millones, que son excelentes personas, que no son delincuentes y que
merecen el respeto de todos).
Si aceptamos
este hilvanado lógico, usted tendrá que admitir que no siempre sostener algún
tipo de prejuicio, ha de ser desacertado cuando el propósito es evaluar el
entorno en que vivimos. Evaluamos las escuelas donde enviaremos a nuestros
hijos, los hospitales donde ingresaremos a nuestras madres, el barrio donde
compraremos una casa e incluso la higiene del panadero que nos vende el pan. - Evaluar
el entorno es una actitud humana muy relacionada con nuestra supervivencia; lo
hemos hecho siempre y lo seguiremos haciendo -.
Regresemos a aquella mujer musulmana que se cubre
totalmente o parcialmente el rostro. Cuando la vemos percibimos un mensaje, en
este caso el de su religión y todo lo que está asociado con ella.
A continuación un
resumen:
- Amenazas de conquista y sumisión a Occidente.
- Opresión matriarcal.
- Sistema legislativo sujeto a la Religión (leyes Sharias)
- Califatos y ausencia de democracia de herencia helénica.
- Terrorismo religioso.
- (atraso).
Algunos se
preguntarán. ¿Pero entonces porque no sentimos esa misma sensación cuando vemos
a una monja católica o esa viejecita de la aldea, que aun conserva aquella
manera tradicional de vestir, digamos porque vive en su luto. Pues bien, la
respuesta es sencilla y no hay intención de sarcasmo. “No nos han amenazado y
no representan un peligro para la civilización occidental, al menos como la
conocemos hoy en día”.
Pero todo lo
anterior no nos resulta suficiente para explicar el por qué nos afecta tanto
ver dichas vestimentas en nuestro entorno. En realidad existe un detalle mucho más
perturbador y que seguramente muy pocos habrán notado. Desde el inicio de las
migraciones musulmanas a Occidente, advertimos como vestían estas personas de cultura
diferente, pero al poco tiempo de establecerse se les veía la intención, muchas
veces infructífera, pero siempre intención, de integrarse en la sociedad que
les acogía. Solo una generación después, los descendientes de estos emigrantes
ya vestían a la manera occidental y dejaban atrás, siempre con alguna resistencia
familiar, la cultura de sus padres. Por supuesto, hubieron excepciones, pero
eso es lo que ocurría en general. Lo que ha sucedido desde los años posteriores
al Septiembre 11, es algo sin precedentes en está emigración musulmana. Se ha
recobrado el orgullo musulmán, llegándose a convertir, esa manera de vestir, en
moda. Los jóvenes que antes no querían saber nada de aquel pasado, de pronto
encuentran una vía de alcanzar una notoriedad, de llamar la atención. Eso de:
“ahora somos importantes” y que yo sentenciaría como: “somos cool a la
musulmana”, es lo único que explicaría que de buenas a primera, sean los
jóvenes y no los viejos, los que enarbolen la bandera del musulmanismo. Es una
clara advertencia de que “no nos importa lo que pienses, estamos aquí y no
puedes hacer nada, - chúpate esta -. Nos llamo la atención que miles de jóvenes
saltaran a las calles en busca de una reivindicación de las leyes de la Sharia
en Occidente y que fueran ellos los que salieran expeditos a unirse a ejércitos
que pregonan su deseo de conquistarnos. No fueron aquellos viejos emigrantes
los que han creado esta sensación, son los jóvenes y eso representa un mensaje
mucho más directo. En lo personal, cuando veo a una señora mayor vestida de esa
manera no siento esa sensación de desafío, lo siento cuando debajo de la Niqab descubro unos ojos lozanos y penetrantes. Es en ese instante
en que percibo algo más que una convicción religiosa. ¿Te sucede lo mismo?
Es aquí donde
nace el prejuicio, un prejuicio que se acerca bastante a un juicio preciso, donde
la estadística nos da un mensaje directo: - No estás tan equivocado- .