La idea de que el control de la información es la manera más segura de gobernar las mentes, es mucho más antigua de lo que muchos suponen. Los egipcios condenaban a la mutilación a todo aquel, que en tiempo de guerra, emitiera una opinión en la que se sugiriera una posible derrota. De esta manera, los improvisados ejércitos, campesinos reclutados, marchaban contra sus enemigos repitiendo constantemente que ganarían la batalla y así todos servían de publicidad sobre la posible victoria. Habría mucho que contar al respecto, pero la historia de la humanidad es muy larga y hoy tenemos prisa por acercarnos a lo que sucede en nuestra Isla.
Desde el inicio de la Revolución Cubana los medios de información y de divulgación de la misma fueron intervenidos para controlarlos a conveniencia. De camino a la Habana, después de bajar de la Sierra, Fidel Castro fue deteniéndose en las ciudades más importantes para dirigirse al pueblo e ir informándole sobre su proyecto revolucionario. Es de recordar aquel discurso que dio en la ciudad de Camagüey, donde hizo varias referencias a la libertad de prensa.
Fragmento de Discurso de Fidel Castro Ruz
Camaguey, 4 de Enero de 1959
"…..Pero, además, cuando no había censura no podía decirse, sin embargo, que había libertad de prensa. Porque cuando un derecho se lo pueden arrebatar al pueblo de un día para otro tranquilamente, no es un derecho. Existe un derecho, cuando es realmente un derecho seguro; cuando se puede disfrutar sin el temor de que se lo arrebaten, porque nadie puede arrebatárselo (APLAUSOS).
Libertad de prensa hay ahora, porque sabe todo el mundo que mientras quede un revolucionario en pie habrá libertad de prensa en Cuba (APLAUSOS). Quien dice libertad de prensa, dice libertad de reunión; quien dice libertad de reunión, dice libertad de elegir sus propios gobernantes libremente (APLAUSOS). Cuando se habla del derecho de elegir libremente, no se refiere solo al presidente o a los demás funcionarios, sino también a los dirigentes; el derecho de los trabajadores a elegir sus propios dirigentes (APLAUSOS). Cuando se habla de un derecho después de la Revolución triunfante, se habla de todos los derechos; derechos que son derechos porque no se pueden arrebatar, porque el pueblo los tiene asegurados de antemano.
Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando un gobernante está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad (APLAUSOS). Si un gobierno no roba, si un gobierno no asesina, si un gobierno no traiciona a su pueblo, no tiene por qué temer a la libertad de prensa, por ejemplo (APLAUSOS), porque nadie podrá llamarlo ladrón, porque nadie podrá llamarlo asesino, porque nadie podrá llamarlo traidor. Cuando se roba, cuando se mata, cuando se asesina, entonces el gobernante tiene mucho interés en que no se le diga la verdad. Cuando un gobierno es bueno, no tiene por qué temer a la libertad de reunión, porque los pueblos no se reúnen para combatirlo, sino para apoyarlo. Quienes, como nosotros, tienen hoy el privilegio de ver a la masa del pueblo reunirse para brindarnos su respaldo, pueden comprender perfectamente, que solo cuando los gobernantes se han granjeado la enemistad de su pueblo, pueden concebir la estupidez, la injusticia, de negarles a los ciudadanos el derecho a reunirse (APLAUSOS).
Cuando un gobierno ha sido incapaz e inmoral, entonces es solamente cuando se le ocurre negarles a los ciudadanos el derecho de votar, porque, si es bueno, la ciudadanía le brinda su respaldo; si es malo, se lo niega.
Muchas lecciones ha aprendido nuestro pueblo en los últimos años. Todos hemos aprendido algo. Nuestro pueblo ha aprendido mucho. No hay mejor escuela que la experiencia, y no hay mejor lección que aquella que se experimenta en la propia carne. Siete años de tiranía han enseñado mucho a nuestro pueblo, siete años de tiranía nos han enseñado, sobre todo, que nuestras libertades no podemos nunca más perderlas de nuevo.
Si aquí en esta plaza se ha reunido virtualmente la ciudad entera, es porque a la ciudadanía le está interesando su destino, es porque a la ciudadanía le está interesando todo cuanto atañe a su futuro y a sus derechos. El indolente ha desaparecido, el indiferente no existe. No hay hombre o mujer que no se preocupe hoy por las cuestiones públicas, porque no hay uno solo que no haya sufrido en sus carnes la garra de la tiranía. Yo no sé cuántos cubanos han vivido estos siete años sin haber recibido un golpe, un empujón, una bofetada, un culatazo, un insulto; qué cubano no ha perdido un ser querido o un amigo vilmente asesinado; qué cubano no guarda luto en su ropa o en su corazón. Y es que no hace falta que le asesinen a un hermano, es que no hace falta que le asesinen al esposo o al hijo; basta levantarse una mañana y ver regado por las calles un rosario de cadáveres, para que todo el mundo se sienta de luto, para que cada madre se llene de incertidumbre y de temor: Hoy fue el hijo de la vecina, el hijo de la amiga; mañana puede ser su hijo o su esposo.
No vivían seguros en Cuba ni los chivatos (ABUCHEOS). Desde luego, que estaban mucho más seguros que ahora; pero ocurría a veces que las propias tropas en operaciones —a veces— mataban a los chivatos para que no les dijeran dónde estaban los rebeldes. Nadie se sentía seguro.....”
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Esa era la tónica de aquellos discursos, que en unos pocos meses dejaron de tener vigencia, exactamente cuando los medios de prensa, la televisión y la radio, fueron intervenidos. El gobierno revolucionario fue excesivamente apabullante cuando se trataba de controlar la información y de esta manera creó un nuevo sistema basado en la desinformación, el autoelogio y el adoctrinamiento. Muchas familias descubrieron que habían sobreproducciones nacionales, que no se reflejaban en lo que encontraban en los lugares de abastecimiento. Un chiste de la época era cuando el marido gritaba «Mujer corre y traete una javita que hay papas en el televisor». Pero sin darse cuenta los cubanos cayeron en la rutina de aceptar toda la Revolución que se les vendía. Una vez que se dieron cuenta que el sistema funcionaba internamente, entonces lo implementaron hacia el exterior construyéndose una imagen más conveniente para el mundo.
Primero que nada lo hicieron aceptando periodistas de prensa extranjera que accedieran a las nuevas condiciones del gobierno para trabajar dentro de la Isla. Lugares autorizados, personas autorizadas para ser entrevistadas, el tipo de pregunta permitida. Claro que había muchos amigos de la Revolución que estaban dispuestos a deformar su profesión por «una causa más elevada”, aquella que se relacionada con los «ideales más bellos». Ellos eran los “periodistas acreditados». Las cadenas de televisión extranjera tenían que aceptar estas condiciones si deseaban tener sus reporteros dentro de la Isla. En las entrevistas que se le hicieron al Comandante en Jefe, no se permitieron aquellas que se consideraban agraviantes a su persona, además de que jamás se hizo una entrevista en directo. Incluso se hacían sutiles cortes cuando el Fidel Castro parecía molesto. Además las preguntas tenían que ser entregadas con suficiente tiempo de antelación para preparar las respuestas y por otra parte algunas eran eliminadas, como es fácil suponer. Desde entonces a muchos periodistas, aquellos que no estaban a tono, ni eran tolerantes con la política del régimen se les expulsaba del país, o simplemente, de acuerdo a su historial, se les permitía entrar, o no.
La censura se extendió también al mundo de la cultura y del arte. Muchos autores, de todas las categorías, fueron prohibidos en la Isla. Algunos como Reinaldo Arenas, fueron perseguidos y finalmente encarcelados por publicar en el extranjero aquellas obras que eran censuradas dentro de la Isla. En los sesenta llegó a censurarse hasta la manera de vestir, el corte del cabello y por supuesto las inclinaciones sexuales. Apareció por primera vez el concepto de «Diversionismo Ideológico»” en donde todo lo anterior se podía interpretar como un crimen. La diversidad ideológica no era algo acorde a los principios del Marxismo-Leninismo y para salir al frente a aquellos contaminados con diversionismo ideológico surgió la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), que no eran otra cosa que campos de concentración a donde eran enviados aquellos «inadaptados sociales». Inadaptado social podía ser aquel simple ser humano al que le gustaba los Beatles, pero lo cierto es, que los que más sufrieron aquellos deshonrosos castigos reeducadores fueron los homosexuales. La homofobia castrista encontró en aquella época un gran alivio. Por supuesto, el nuevo concepto se hizo una nulidad en cuanto resultó imposible juzgar la manera de vestir o los gustos musicales de los jóvenes, pero eso no empezaría a ocurrir hasta mediados de los setenta. Cabizbajamente hay que decir que aquellas campañas contra los «corrompidos» fueron un éxito en los sesenta porque una gran parte de la población colaboró con ellas.
A finales de los setenta aparecieron, de buenas a primera, antenas parabólicas en los tejados y balcones de algunos habaneros; bastante pocos en aquellos inicios. Como siempre ha sucedido, la ingeniosidad del cubano se puso de manifiesto y muchos comenzaron a crear sus propios decodificadores de la señal satelital. Era común que la familia se reunirá un sábado en la noche en casa del familiar en donde hubiera a una de aquellas maravillas. Ver el mundo como lo veía el mismísimo resto del mundo, era casi un sueño para los cubanos que comenzaban a cuestionarse su inmovilidad para estar allí, en aquel ilusorio universo. Un anuncio de televisión, era incluso algo que aquellos privilegiados no querían perderse, aunque supiesen de antemano que lo anunciado no estaría a su alcance. Ya en los ochenta la Habana y algunas ciudades importantes poseían al menos una antena parabólica ilegal por cada treinta familias. Tal fue la furia de las antenas parabólicas que comenzaron a propagarse como un cáncer por el resto del país, pero el gobierno de inmediato creo entidades dentro del ministerio de comunicaciones que inspeccionaban. Aquellos inspectores tenían el poder de decomisar y multar a aquellos que robaran la señal satelital. Se trataba de una imagen casi imposible, «el gobierno cubano protegiendo la propiedad extranjera de sus enemigos capitalistas». Sin embargo ese fue el fin de la «propagación del nuevo mal».
Cuando Internet empieza su mayor auge en el mundo, principios de los noventa, rápidamente fue constatado el peligro que representaba un nuevo espacio de información no controlable. El gobierno necesitaba Internet para insertarse en el mundo cibernético y continuar con su paso triunfante y propagandístico en el exterior. Había una contradicción muy grande en usar la Internet o rechazarla. Sin embargo, el gobierno fue por partes. Primero creó una red interna, con servidores internos, para la comunicación entre sus instituciones. Fue efectivo desde el inicio. Ahora, en los lugares más privilegiados, se podían crear correos electrónicos, sin el peligro de tener internautas viajando a lugares lejanos por medio de la red. Claro que muy pronto las empresas extranjeras y el turismo comenzaron a demandar un servicio real de Internet. Además de que en los altos niveles del Estado se hacía imprescindible estar informados y ahora, no estar en la red, representaba no estar al día en cuanto a la información. Fuentes muy confiables aseguran que desde mucho antes, en 1988, ya había en Cuba departamentos especializados en información dentro del Ministerio del Interior y del Ministerio de la Fuerzas Armadas, con Internet. En estos lugares se tomaba la información proveniente del exterior, se analizaba y se transfería filtrada a los órganos oficiales de prensa del gobierno, básicamente Granma y Juventud Rebelde. Es decir que ya poseían algo de experiencia cuando se lanzaron a hacer contratos con proveedores de Internet en el extranjero. Primero fue introducida en las empresas no foráneas y seguidamente llegó a los hoteles. Pero la Rebelión de Internet iba siempre varios pasos más adelante y entonces todas las instituciones científicas comenzaron a demandar una Internet más real para el intercambio de información científica. Los Current Contents, que venían en discos de lectura óptica de buenas a primera ya estaban obsoletos y acceder a las publicaciones científicas de última hora obligaba a proveerles internet a los científicos. Aquí fue donde comenzaron los problemas y pronto, como una epidemia, una demanda parecida se extendió al resto de las instituciones del país. Ahora Internet estaba en manos de gente que podría cumplir las normas, o no cumplirlas, y por otra parte un control total sobre ese asunto era un imposible de lograr. A pesar de ello se hicieron regulaciones para el uso de Internet en la medida que esta se extendía más allá de los límites que se deseaban. Además que se crearon servidores filtros que intentaban retener, con muy baja eficiencia, aquella información que se considerara dañina para la Revolución Cubana. No funcionaba porque además, muchos privilegiados con servicio de correo, vendían clandestinamente sus cuentas de correo a otras personas que no estaban relacionadas con su institución. Llegó un punto en que también se vendía tiempo de conexión a Internet y un nuevo mercado negro comenzó a florecer. Fue necesario invertir en alta tecnología para realmente controlar la información que entraba a la Isla por medio de Internet. Entonces apareció China en la escena. Un país con la tecnología, pero sobre todo con la experiencia necesaria para tal propósito. Inmediatamente se hicieron contratos y nuevos servidores filtros se pusieron en marcha. El problema había sido solucionado parcialmente y la información solo podía salir y entrar en el país por medio de los correos electrónicos, que también seguían sujetos a normas (Normas del Estado Socialista). Sin embargo, al aumentar el volumen también se hizo imposible revisar los contenidos de todos los emails.
Pero el monstruo demoledor de barreras informativas aun estaba por despertar. Desde los ochenta ya los celulares se veían en Cuba en manos de unos pocos privilegiados. Era un servicio muy caro, destinado exclusivamente a gerentes de empresas extranjeras, personalidades y cierto tipo de individuo muy a fin (fiel) al gobierno. Se trataba de un servicio a muy baja escala, pero que también estaba destinado a crecer, y como siempre, ese crecimiento inicial estuvo condicionado por la demanda de los turistas. Pero lo que realmente provocó el auge del uso de teléfonos móviles fue que cada día las comunicaciones satelitales se hacían más baratas y la telefonía celular se aprovechó técnicamente de esta ventaja. Más adelante los teléfonos celulares se desvalorizaron tanto que hubo un remanente de teléfonos de generaciones anteriores, que casi podían ser regalados. Alcatel y otras compañías que operaban en Cuba sabían que muy pronto, y a pesar de los grandes impuestos que pagaban al estado por operar en su territorio, el precio caería. De esta manera muchos ciudadanos recibirían el beneficio de esta tecnología, siempre gracias a la bondad de la comunidad que vivía en el exterior. El Estado Revolucionario se la estaba jugando el todo por el todo, o rechazaba el incremento de estos servicios y con ello el dinero que le representaba o se arriesgaba a que la información entrara en la isla a través de esta tecnología. El dinero pudo más y con ello miles de cubanos de pronto vieron en sus manos los pequeños aparatitos. Los juguetes podían grabar una pequeña película, enviar y recibir mensajes de texto y hablar con cualquier parte del mundo cuando fuera preciso. Ahora la disidencia cubana tenía algo con que probar lo que desde hacía años gritaba y nadie oía; ahora el mundo ya no podía tornar los ojos en otra dirección, ni los oídos.
El apoyo apareció de inmediato y se crearon páginas en Internet en donde se mostraban las conversaciones telefónicas (Háblalo Sin Miedo, Penultimos Dias, ), junto a las imágenes de terror que tenían que vivir los disidentes. Aparecieron otras páginas en donde podían ser introducidos los números de teléfonos celulares de familiares y conocidos dentro de Isla (Cuba Sin Censura). De manera que estos recibirían aquella información que en Cuba estaba censurada. También se rumorea que se ha filtrado hacia el exterior una lista con miles de números de teléfonos celulares que opera la compañía Alcatel. Esta gran combinación de elementos ha provocado que la Seguridad del Estado haya tenido que reevaluar y cuidar su manera de actuar. Movilizar escoria revolucionaria para los vergonzosos actos de repudio cada vez se les hace más difícil, pues muchos de estos ignominiosos no desean que sus rostro aparezcan en una televisión extranjera, más si en su más profundo secreto, albergan la esperanza de abandonar en algún momento el país. Los cuerpos de la seguridad del estado y la policía en general han recibido la orden de no pegar en público. Claro que el ciudadano de a pie va percibiendo en esto una debilidad del régimen, el régimen que ahora está obligado a cuidar más de su imagen.
Recientemente se han hecho redadas contra grupos de disidentes, en donde curiosamente el objetivo principal ha sido el decomiso de celulares y demás útiles de comunicación con el exterior. El mundo entero ya ha visto como se hace un acto de repudio, como se pega y como se destruyen las casas de los disidentes, ha podido ver con cuanta impunidad operan los aparatos represivos del gobierno y sobre todo ha podido comprobar que en Cuba el pueblo no está con el gobierno, y esto último sí que le ha dolido al régimen. Es el mismo mundo que ahora está conmovido y solo hace falta que los cubanos rompan con la inercia que siempre los ha hecho retroceder; el miedo.