¿Cómo establecer las
normas de Convivencia? Partiendo de que cada individuo posee sus propias
prioridades y que este concepto podría ser tan versátil como la variabilidad
del pensamiento humano, no es posible establecer una definición exacta. Aun así
queremos arriesgarnos, y para ello pasaremos por alto el deseo de un asesino de
que no existan leyes que lo condenen, o el anhelo de muchos jóvenes a consumir
drogas sin ser perseguidos por ello. Hagamos un consenso en este sentido y
ubiquémonos en todo lo que quepa dentro del sentido común más universal, que
son las normas de convivencia.
Hay muchos intentos que
se refieren a estas normas. El más conocido son los diez mandamiento, que
aquella tarde bíblica del heroico Abrahán, este se las trajo consigo del Monte
Sinaí. La historia cuenta que el pastor subió al monte y permaneció allí
cuarenta días con sus cuarenta noches, y que en este tiempo de meditación tuvo
un intercambio con Dios. Los mandamientos le fueron entregados en dos lajas de
piedras, en las que estaban escritas, en arameo antiguo, las leyes que
servirían de base a la mayoría de las constituciones de las sociedades modernas.
Estos son los mandamientos:
1.
Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.
No pronunciarás el nombre de Dios en vano.
3.
Santificarás las fiestas.
4.
Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.
No matarás.
6.
No cometerás actos impuros.
7.
No robarás.
8.
No dirás falsos testimonios ni mentirás.
9.
No consentirás pensamientos o deseos impuros.
10.
No codiciarás los bienes ajenos.
Los tres primeros, como podrán entender, tienen un carácter
estrictamente religioso y comprometedor. Dios sabía lo importante que era que
los hombres se implicaran con Él y les fueran leales, ¿sino, porque seguirían
al pie de la letra los siguientes siete mandamientos?
A simple vista esos otros siete son normas estrictas de
convivencia.
Diríase que el cuarto mandamiento exhorta al respeto de
nuestros mayores, al agradecimiento a quienes se han sacrificado por nosotros,
a valorar la experiencia que han acumulado durante su vida, a cuidar de los que,
por decadencia biológica, se hacen poco a poco más vulnerables.
El quinto, es simple y directo. Matar va en contra de
nuestra supervivencia, e incluso, en la naturaleza son muy pocos los casos de
asesinatos entre especies similares. Algo en nuestro instinto nos dice que
matar es solo aplicable a casos muy extremos y con ello Dios intentaba protegernos
de nosotros mismos. Podría suponerse que conspiraba con la Naturaleza en su
pretensión de proteger a si especie predilecta.
El sexto y el noveno están muy relacionados. El sexto se
refiere a la acción de cometer actos impuros y el noveno se refiera a la
intención de pensar, maquinar, estos mismos actos. En este punto también fue
necesaria una lista de “actos impuros”, pero no nos ocuparemos de ello en este
artículo. Solo decir que el concepto de “actos impuros” ha ido variando mucho
en las diferentes sociedades que aparecieron en el camino del hombre por su
historia.
El séptimo, como es fácil ver, va encaminado a la protección
de la propiedad individual y colectiva, lograda con el esfuerzo de quienes
tendrán el derecho a disfrutarla. Una forma de decir: “si deseas algo material,
trabaja y esfuérzate por conseguirlo, pero respetando el trabajo y el derecho
de los demás”. Ahora vendrá el listo y sentenciara que: “robar también requiere
de un esfuerzo”, pero este nunca será superior al del trabajo y la superación
individual.
El octavo mandamiento es un poco más complejo, porque impone
determinar una “importancia en un contexto”. ¿Que queremos decir con esto?
Aparentemente mentir no genera daño o discordia social, pero esto es solo en
apariencias. Esto puede presentarse en diferentes contextos, desde la mentira
doméstica, un poco más privada, a la mentira que involucre a intereses más
generales, la mentira de ámbito social. En ambos casos puede tener
consecuencias negativas en las relaciones, pero por poner un ejemplo muy simple
podríamos referirnos al presidente de un país. Cuando este miente a sus
ciudadanos, puede implicar consecuencias políticas y económicas negativas para
una nación entera, si es que no llegan a tener alcances más globales. Tal vez
Dios se dio cuenta muy temprano de sería el arma perfecta para dominar a las
masas, para idear guerras o para alcanzar riquezas inmerecidas. Las mentiras,
son más malas de acuerdo al perjuicio que ocasione a los demás, pero en
cualquier caso siempre causarán algún daño.
Y llegamos al último mandamiento, al decimo. “No codiciarás
los bienes ajenos”. Observen como Dios hace una especificación importante, la
de “el bien ajeno”. Se está reforzando el mandamiento siete de “no robarás”,
como mismo se reforzó el mandamiento seis con el nueve. El primer caso implica
la acción, la ejecución, el acto en si, y el segundo es el pensamiento, la
cavilación, el planeamiento. Es obvio, tomar lo de otros es negativo, pero
desearlo también lo es. Sin embargo, tal parece que la codicia cuando no están
implicados los “bienes ajenos”, no es un problema. Si, el sabio que escribiera
estos mandamientos tuvo la previsión de dejar abierta la idea de que, ser ambicioso beneficiaría a todos, pues
supondría la competencia por lograr siempre un poco más, algo que de alguna
manera impulsaría el desarrollo.
Si a partir de ahora alguien tuviera la misión de reescribir
estos mandamientos podría sintetizarlos de la siguiente manera:
a) Amarás a Dios, respetarás su nombre y harás
conmemoraciones en su honor.
b) Respetarás a los adultos y cuidarás de ellos.
c) No matarás.
d) No harás actos inmorales, ni planificarás hacerlos.
e) No robarás, ni planificarás hacerlo.
d) No mentirás.
Es una interpretación muy respetuosa sobre los Diez
Mandamientos, pero en todas las culturas y religiones encontraremos
aseveraciones muy parecidas a estas. El problema es que para la sociedad
moderna ya no es suficiente. La normas de convivencia de antaño no tenían en
cuanta, cuan complejas y vulnerables se tornarían las sociedades del futuro.
Aquí entran en la escena los “Derechos”.
No en vano, la especialidad de las ciencias sociales que se
dedica a estudiar la organización de la sociedad a través de las leyes, se denomina
Derecho. En la medida que los asesinatos empezaron a ser clasificados
aparecieron “grados”, que implicaban sentencias diferentes. Robar podría ser
clasificado, el adulterio podría ser clasificado, y esto fue siendo valido para
todo lo que fuera considerado un delito.
Las cosas se fueron complicando cuando el concepto de
”derecho” se traslado al individuo, que en muchas sociedades y circunstancia
podía convertirse en víctimas del Derecho cuando este era aplicado desde los
intereses de los gobiernos. Es muy probable que el primer intento de crear una
lista sobre los derechos fundamentales del hombre ocurriera tan tempranamente
como el 1235 dc. La UNESCO a reconocido la carta de Madén o Kurukan Fuga, como
el primer intento de proveer a sus ciudadanos una lista de derechos
individuales. Con esos términos se fundó el Estado de Mali, que como uno de sus
logros más trascendentales, determinó por ley la abolición de la esclavitud en
su región.
Poco a poco se fue imponiendo la idea de que podría ser un
derecho comer, educarse, vestirse, recibir asistencia medica, tener un
vivienda, opinar diferente, buscar fuentes alternativas de información, viajar,
reunirse, tener otras creencias, etc., pero a la par sucedía que muchas
sociedades se radicalizaban y volvían la espalda a muchos de estos derechos. De
hecho, las naciones que no se suscriben a estos pactos internacionales, en los
que se intenta garantizar estas formas de libertades individuales, no suelen
aplicarlas, y en muchísimos casos estos firmantes, no las cumplen.
Para alcanzar esa sociedad utópica, o para tender a
ella, uno de los elementos fundamentales
a tener en cuenta es la forma en que los individuos puedan convivir con respeto
y armonía. Ya hemos visto que desde el inicio de la civilización, el hombre ha
intentado establecer normas con este objetivo, pero no es fácil concientizar
que los seres humanos nacen con estos derechos. Podríamos agregar al respecto, que
las culturas orientales no conocían este concepto porque su sistemas sociales
se orientaban hacia los deberes, y nunca hacia los derechos. El pensamiento en
si, fluyó desde occidente y se extendió por el mundo, cambiando formas de
gobiernos y culturas ancestrales, aunque la realidad demuestre que, tener
derechos, es independiente a si son reconocidos, o no.
Nos imaginamos la sociedad perfecta con muchos detalles,
pero este, el de los derechos fundamentales de los seres humanos, el de las normas de convivencia, es
inapelable.