(Una colaboración de Estanislao Dávalos)
Sabéis lo que es ser devorado por ratas?
No lo sabéis porque estáis vivos.
No lo sabéis porque estáis vivos.
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Érase una vez un lugar donde las ratas gobernaban. Lo hacían de manera ejemplar y cada una de ellas tenía una función en aquella sociedad, que sobrevivía debajo del mundo. Arriba, en las aceras diurnas, el mundo seguía adelante y por sobre todas las cosas prosperaba, pero esta historia no tiene que ver con allá arriba, sino con allá abajo.
Les contaba que cada rata tenía una responsabilidad dentro de la
colonia. Algunas estaban encargadas de colectar en los contenedores de basura, todo cuanto pudiera servir para comer, porque a la sociedad de allá arriba siempre
le sobraban algunas cosas. Estos últimos, eran demasiado consumistas y les costaba entender, que otros sobrevivían con lo que ellos desechaban.
Otro grupo estaba encargado de seleccionar los alimentos y de
eliminar las peores partes, para que el resto de sus compañeras tuvieran menos
riesgo de contraer enfermedades. Se les llamaba las limpiadoras. La vida de estas
ratas era menos larga, porque la mayoría moría a los cinco años. Siento que es fundamental explicitarles que una rata suele vivir un máximo aproximado de entre seis
y siete años, así que tampoco morían tan jóvenes, solo que no eran longevas
como el resto de sus hermanas.
También estaban las ratas celadoras, que mantenían el orden en
aquel submundo, en donde cualquier miembro podría intentar comer un poco más de
lo que le estaba destinado. El racionamiento de los alimentos era muy
importante. Se decía que la salud de la Ciudadela Gris, así se le llamaba a la
colonia, se debía a este racionamiento, pues las ratas se mantenían activas y
nutricionalmente balanceadas. No existía la obesidad, como venía sucediendo en
el mundo de las aceras diurnas.
El tercer grupo, las centinelas, también jugaban un papel muy
importante. Se dedicaban a controlar quienes entraban y salían de la ciudadela.
Las ratas colectoras podían salir y entrar sin contratiempos, pero no todas
estaban autorizadas a hacerlo. Algunas veces, las colectoras no regresaban.
Quedaban fascinadas con el mundo de las aceras diurnas y decidían no volver. Contradictoriamente, al poco tiempo retornaban como visitantes, porque sentían
nostalgia de sus familias. Por lo general, les llevaban a los suyos un buen pedazo de fruta tierna, pero después
se iban de vuelta a su mundo elegido.
Gobernaba un pequeño grupo, las ratas reales, que eran más gordas
y no estaban obligadas a seguir las normas. Las mejores partes de las
colectas eran para ellas y los suyos. Estas favorecidas, tenían a sus
descendientes viviendo en el mundo de arriba, pero asumían la misión
importantísima de dictar las leyes y las reglas con que la colonia se
organizaba y sobrevivía. Todos se reverenciaban ante ellas y fingían adorarlas.
En ese orden general, funcionaba la Ciudadela Gris, pero también
habían muchas ratas que tenían otras funciones. Las ratas artísticas, que roían
las paredes buscando expresar su concepto de la estética, para el beneplácito de
quienes apreciaban su trabajo. Estas trabajaban en coordinación con las Goebbelrats,
que se encargaban de la propaganda.
La propaganda también era muy importante. Sin ella la Ciudadela Gris se
hubiera desmoronado por la aplastante tentación que representaba el mundo de
arriba. Algunas ratas inconformes, estaban aburridas de la propaganda, pero
tampoco había más que mirar. Los largos corredores estaban llenos de imágenes en
donde podía apreciarse una rata de las aceras diurnas, aplastada por una rueda. Pero
el dibujo que más les impactaba, no era precisamente ese, si no otro. Me refería a uno donde podía observase, como una lechuza devoraba a una rata de las colonias de los bosques. La unidad de
la colonia era importante y para ello era imprescindible mantenerla asustada.
El lema que se decía en secreto entre los gobernantes era: «El miedo une». Y
funcionaba.
Las ratas tenían miedo al exterior, al mundo que no conocían.
Deseaban todo lo que había en él, pero a su vez no querían una sociedad tan
cruel como la de arriba. Ese miedo a lo desconocido era apabullante y justificaba muchas cosas. Un buen ejemplo era el clásico apelotonamiento cuando llovía. La realidad es que toda el
agua que se depositaba en los niveles superiores, descendía por la fuerza de
gravedad y se acumulaba en el mundo sumergido. Los lugares más elevados lo
ocupaban las ratas reales, y los pocos lugares que quedaban libres de agua, se les confería al resto de la colonia. Tenían que unirse mucho para
que ninguna se quedase afuera y a merced de poder ahogarse. De ahí el apelotonamiento.
Tiempo atrás, la rata rey, la jefa de las ratas relees y de todas
las ratas de la Ciudadela Gris, pronunció un discurso que hizo meditar a su pueblo.
Un fragmento de ese discurso lo leerán a continuación.
El enemigo de arriba nos
desprecia, porque nuestro pueblo es capaz de permanecer unido ante sus ataques.
Ese enemigo cruel, nos agrede con sus armas de destrucción masiva para que nos
ahoguemos. Toda esa masa de agua que destruye nuestros hogares y arrasa
nuestras provisiones, es un engendro del enemigo. Por eso es que estamos aquí.
Firmes y decididos a salir adelante. Ellos no podrán perdonarnos jamás, que
hallamos construido una Colonia Gris en sus propias narices.
Aquel discurso memorable, fue en realidad el que le dio el nombre a
la colonia, pero ese nombre era todo un karma. Ninguna de las otras Colonias
Grises dispersadas por el mundo, habían tenido éxito, y esta no sería una
excepción.
Siendo ratas y si las circunstancias no dejaban otra opción,
practicaban el canibalismo. En tiempos de hambruna, los que se sucedían con
frecuencia, las ratas que no resistían terminaban devoradas por las que tenían una mayor
oportunidad de sobrevivir. No solo eran devoradas, sino que todos sus bienes se inventariaban e iban a parar a las patas de las ratas reales. Curiosamente, cuando una insigne miembro de la realeza muere, la jefa del las ratas artísticas, toda su colección de bolas brillantes fue incautada y repartida entre las ratas más
influyentes. No conformes con la repartición, se determinó que la descendencia
de la difunta debería ser sacrificada y distribuida como alimento
suplementario. Era obvio que las reales no deseaban reclamaciones posteriores.
La rata rey, sabía que mientras viviera, su descendencia estaría
intacta y que nadie se atrevería a cuestionar la procedencia de sus pertenencias,
pero su astucia no tenía límites. Toda su descendencia tenía una vida paralela
con el mundo de arriba. Los bienes reales, habían salido de la colonia con antelación, y con tan buen ejemplo, el resto de las ratas reales hicieron lo mismo.
La Colonia Gris, era una sociedad en donde el individualismo era
penalizado. Toda la energía creativa, debería canalizarse hacia el estimulo de la
unidad de la colonia y no a fragmentarla. Las diferencias sociales, solo estaban
permitidas para aquellas ratas que alcanzaran el nivel de la realeza. Así que
las más talentosas y que a su vez no tenían la posibilidad de ascender de nivel
para obtener aquellos derechos superiores, huían hacia el mundo de arriba. El
problema estaba en que las plazas de la realeza, como en todos los reinos,
tenían un número de vacantes muy limitado.
Una de las cosas que sabía la realeza, es que todos anhelaban la
posición que disfrutaban y que a pesar del buen trabajo desempeñado por las
Goebbelrats, el deseo de triunfar como individuos nunca pudo ser apagado.
Sentían miedo de dos cosas, de que las ratas súbditas quisieran dejarlos solos
o de que en algún momento decidieran comérselos. Por esa razón, tomaron medidas
radicales, que ayudarían a controlar a cada miembro de la comunidad. Así nacieron las Juntas de Vigilancia Comunitaria.
La nueva organización serviría para velar y denunciar cualquier
actitud individualista o que por cualquier medio hiciera apología de la
sociedad de arriba. Si el miedo mantenía cohesionaba a la colonia, entonces el
recelo a cada miembro de la misma, la uniría también. El único problema estaba, en que la nueva forma de adhesión, exacerbaba más lo peor del carácter de las
ratas. Traición y egoísmo, camuflados de fidelidad y desprendimiento. En esencia
las ratas reales sabían que una nueva forma de individualismo malévolo, se
estaba cultivando y que eso tampoco podría ser bueno.
Mientras tanto, la realeza seguía acaparando bienes, que se
marchaban hacia arriba y a su vez criticaban el egoísmo que imperaba en las
aceras diurnas. La política funcionaba, pero se hacían débiles y decadentes.
El final de esta historia nunca se supo. Se cree que hubo una
rebelión en donde se enfrentaron los unos con los otros y se comieron
mutuamente. Algunos descendientes de la realeza viven hoy placenteramente en la
sociedad de arriba, pero se niegan a contarnos lo que sucedió. Los
sobrevivientes de la Colonia Gris, también se marcharon hacia arriba, pero
avergonzados de si mismos, se escondieron y nunca contaron a sus descendientes lo que
habían hecho. Debo aclarar, que estas últimas conclusiones son puras conjeturas.
Lo que nos preocupa, es que están apareciendo muchas nuevas Colonias
Grises. Estas tratan de redimir el mito de aquella otra colonia que fracasó,
pero artos de vivir arriba, han elegido vivir abajo.
(A la memoria de Alfredo Guevara, una
rata más)
Uy. que me gusta la manera en que lo ha dicho. Estoy seguro de que se me escapan muchos acertijos, pero aqui te pongo los que creo haber adivinado.
ResponderEliminarJefa de las ratas artisticas: Alfredo Guevara.
Ciudadela Gris: Cuba.
Ratas colectoras: Privilgiados que pueden viajar bajo funciones del gobierno.
Ratas celadoras: Policias, agentes y o chivatos del G2.
Buenisimo lo de "Juntas de Vigilancia Comunitaria": CDR, eso ni lo dudo.
Y eso de que "el miedo mantenía cohesionaba a la colonia", oye tremendo.
Y tambien me gusta lo de: "Traición y egoísmo camuflados de fidelidad y desprendimiento". ñooooo.
Y ahora me cuentas quien es Estanislao Dávalos, porque se la comió el socio.
"Artos de vivir arriba, han alegido vivir abajo". Mas claro que el agua, Venezuela y compañía.
ResponderEliminarCuba es como la ciudadela gris, porque solo los mas resistentes evitan comportarse como roedores. El lobo del hombre no estaba en el capitalismo, estaba en Cuba. jaja, Si Marx viviera, tendria que reescribir sus libros. El pobre, dejó morir a su hijo de hambre por una gloria que hoy esta en dudas
ResponderEliminarQue partida de traidores estos seudocubanitos de Maimi. Ese cabron llama a los cubanos ratas y lo aplauden. Les voy adecir una cosa el Socialismo cubano cambia y hace reformas, pero no va a ser derrotado. Chupense esa.
EliminarDebias haberle puesto la ciudadela roja, pero esta bien.
ResponderEliminarHay Diosito, que bueno esta esto. Te lo copio.
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