lunes, 15 de junio de 2015

Somos Omnívoros


En Facebook, - que ya he me he vuelto un auténtico facebookinano -, comencé a escribir algo y me di cuenta de que era demasiado largo. Mi amigo Robert, con quien ocasionalmente hago colaboraciones de este tipo, me permitió postear en su blog. Reconozco que no tengo el mío propio porque estas cosas no se me dan bien, pero gracias a que yo tengo relaciones de trabajo con su editorial, estamos muy bien sincronizados. Gracias Robert.

Me decidí a escribir lo que sigue porque ya me resultan aburridos, y hasta enfermizos, esos post en donde salen animales maltratados. El video objeto de este escrito, (No se si se pueda poner ahí. Ya me dirás Robert), es este:

Yo tengo una opinión que seguramente no será la más políticamente correcta. Me someteré a vuestro sentido común para expresarla.

Si, es obvio que lo que ahí vemos es algo con grandes destellos de crueldad. La pregunta que primero surge de mi razonamiento es: «¿Hasta que punto somos crueles por naturaleza?» Pero yo propongo que cualquier respuesta posible la dejemos para el final. Permítanme empezar por el origen de esta crueldad.

La primera vez que pensé en esto, fue cuando mi nieta, que aun estaba pequeña, se pasó un mes conmigo. Mi hija y mi yerno se habían ido de vacaciones a Grecia porque realmente necesitaban un descanso y con una traviesa como mi bella Anna, no iban a tener nada de sosiego. Por otra parte, yo estaba muy feliz de tener un tiempo de intranquilidad con la pequeña.

El primer día en que amaneció en mi casa, nos sentamos a la mesa y de desayuno le serví beicon, un par de huevos fritos, tostadas y un baso grande de jugo de naranja. No pueden imaginarse mi sorpresa cuando escuché: «Lo siento abuelo, yo soy vegetariana». De acuerdo a mi crianza, eso era prácticamente una aberración en las costumbres alimentarias. La miré directamente a sus grandes ojos azules. Brillaban de alegría y era indudable de que a ella le parecía muy simpática mi expresión de sorpresa. Yo solo quería saber si estaba bromeando, pero ella insistió: «Dije que soy vegetariana». ¡Iba a ser un mes muy difícil para mi!

Por supuesto, la complací. ¿Quien se resiste a los deseos de una carita tan adorable? Fue un mes en que sufrí mucho porque me convertí súbitamente en un  «vegetariano a la fuerza», pero me molestaba que la nena, día tras día se tomara  dos suplementos de aminoácidos, vitaminas y minerales. ¿Cómo se puede cambiar un buen bistec por un par de tabletas? Muy pronto lo entendí. Existen aminoácidos esenciales y cuatro vitaminas que no existen en las fuentes vegetales, así que es necesario, si no se va comer proteína de origen animal, tomar ciertos suplementos. Me lo explicó su padre que era médico, pero yo no estaba conforme con aquella decisión. - Lo toleré, como buen abuelo y buen suegro, pero no era de mi agrado -. Ahora les explico el por qué.

Nuestros homínidos (de la antigüedad), lo habrán dado en la escuela, eran cazadores y recolectores; ni siquiera conocían la agricultura. Digamos que como llevamos unos 15 000 años de civilización, el resto, unos cuantos millones de años, comíamos carne; mucha carne. Imagínense esa escena frente al antílope que cazamos entre todos los miembros de la tribu, zampándonos un pedazo del siervo cuando la sangre todavía está caliente. Pensemos también que no podemos digerir las plantas, como lo hacen los rumiantes porque no tenemos rumen (el estomago de los rumiantes), ni esos grandes molares que caracterizan a esos tipos de animales. Además, nosotros tenemos caninos, como los perros, los leones y resto de los mamíferos cazadores. Esta información básica sobre nosotros mismos, ¿no nos dice nada? No nos informa algo como: Estamos diseñados para comer carne, y por supuesto, también vegetales. Pensemos en el jabalí o el oso, que comen, propiamente dicho, de todo. Pensemos que para estudiar el sistema digestivo, los científicos prefieren usar cerdos. ¿Sabéis por qué? Por que nuestro sistemas digestivos son iguales; somos omnívoros (parte carnívoros y parte vegetarianos). - Nuestra biología no es más que un diseño (ya sea evolucionista, de diseño inteligente o creacionista), pero en este diseño está incluido lo que debemos comer con cierta regularidad -. Mi conclusión, con mi escasa cultura en ciencias médico-biológicas, pero que tampoco es de despreciar, es que en nuestra dieta deberían estar incluidas las fuentes proteicas de origen animal. – El vegetarismo si es una aberración forzada de nuestro comportamiento respecto a la alimentación, probablemente forzada por razones éticas y morales. Por otra parte, hace mucho tiempo que los científicos demostraron que es un mito total que los humanos vegetarianos sean más saludables que los omnívoros, pero como ocurre con todos los mitos, este se repite incesantemente por seudocientíficos que encuentran en esta filosofía una manera diferente, - quizás interesante, atractiva o esnobista -, de enfocar la vida.

Ahora nos queda pensar en la parte de la ética, que seguramente es la que preocupa más. En ese sentido también hice una modesta investigación que podría sorprenderles. Hay una relación matemática poco estudiada entre el crecimiento tecnológico y el crecimiento poblacional. Si entendemos a la tecnología como la herramienta cognoscitiva que nos permite mejorar la vida, no podemos evitar pensar en la medicina, en las técnicas de cultivo y en la producción en general. Obviamente mientras más desarrollados somos tecnológicamente, morimos menos de enfermedades, de hambrunas y de frio (salvando las diferencias económico-políticas entre naciones). Si vivimos más tiempo,  la natalidad es mayor y la posibilidad de no alcanzar la mayoría de edad es menor, y se lo debemos a la tecnología. Antiguamente la población no crecía a la velocidad que en crece en la actualidad, ese aumento de velocidad, y aquí volvemos a insistir, se lo debemos a la tecnología. Como consecuencia, el resto de las especies auto-regulan su población, mientras que la nuestra crece indiscriminadamente. En otras palabras, somos demasiados, y seremos muchos más. El hombre, para mantener ese ritmo tecnológico que influye en el aumento de la población, tiene que buscar nuevas maneras de producción, y esto incluye esa imagen de gansos descabezados en una línea de producción.

Pero, viéndolo fríamente, no hay mucha diferencia entre este hombre y aquel otro que era capaz de matar un ciervo a pedradas. Véanlo descuartizando a un animal cuando aun no está muerto, usando cuchillos mal afilados (si es que ya llegamos a la edad del hierro). Véanlo como otra especie que necesita alimentarse, tener pieles para soportar el frio y grasa que les de energía calorífica para sus duras actividades diarias. Acepten que la prioridad número uno de cualquier animal, es la de sobrevivir, procrearse y mantener la continuidad de su especie.

Simplemente, el hombre con su inteligencia de orden superior en cuanto a su valor creativo (no superior en importancia), se fue varios pasos delante. Entonces, para cumplir con esa obligación de subsistencia, y con la circunstancia de que en la actualidad la humanidad tiene muchísimas más bocas que alimentar, se ha visto precisado a crear estas tecnológicas líneas de producción de alimentos, que evidentemente reflejan uno de los lados más oscuros de nuestra personalidad.

Es un tabú hablar de exceso de población, pero no se puede tocar el asunto de los métodos de producción de proteínas de origen animal pasando por alto este asunto. Somos demasiados, esa es la realidad. Algunos países como Holanda, Alemania y Bélgica, tienen regulaciones muy severas que determinan cierto espacio por animal. Por ejemplo, mientras que en Alemania una gallina destinada a carne debe tener un metro cuadrado, en China y la India se permiten hasta 8 gallinas en el mismo espacio. Se trata de producciones más baratas, de menos calidad, pero mucho más apresiadas. ¿Llegamos ahí porque quisimos¿ ¿Pasamos de aquella gallina suelta, que picoteaba todo el día lo que se encontraba en una yarda a gallineros híperpoblados porque nos agrada ser crueles? ¿No será esto la aplicación de un Darwinismo tecnológico?

¿Lo primero que tenemos que plantearnos es la difícil pregunta: ¿Qué estamos haciendo para contrarrestar el excesivo aumento poblacional? Se imaginan un mundo con menos personas y con la tecnología que ahora poseemos? No solo los animales tendrían una vida mas saludables, nosotros también. Es mas, este tema trasciende a la esfera del propio valor del ser humano. - Valdríamos más si somos menos –. Nos pagarían mejor, nos cuidarían más y tendríamos más derechos. Digamos que no nos daríamos codazos para conseguir un trabajo, porque los empresarios se darían esos codazos para tenernos. Mientras más somos, somos más esclavizables. Lo curioso es que en esa historia, como ya hemos visto, no somos la única especie que entra en la escena terrible.

Seguimos con la parte ética. Me gustaría decir, muy por arriba, que en esta materia entra el «uso de animales en la experimentación». Pero eso es otra hipocresía, porque cuando tenemos cáncer usamos medicamentos que fueron probados y estudiados en animales, lo mismo que si tenemos fiebre nos tomamos una aspirina que también fue probada y estudiada en animales. Es aun más hipócrita, porque esos suplementos que toman los veganos, también fueron estudiados y probados en animales. - Sí, los homeópatas nos parecen una linda alternativa, pero cuando la cosa se pone seria no lo pensamos dos veces; vamos a la farmacia y compramos lo que nos recetó el médico del hospital -. Dicho de otra manera, si nos ponemos muy melindrosos con que si fue probado o no en animales, lo más probable es que nos muramos. Para rematar, las mascotas, esos animalitos que los “buenos humanos” amamos tanto, que mantenemos y humanizamos apresándolos en nuestras casas,  tampoco sobrevivirían sin los medicamentos que fueron estudiados y probados en otros animales. Yo pienso que en este asunto de la experimentación animal, la hipocresía es todavía mayor.

Para concluir esto, unos meses después de que mi bella nieta me dejara otra vez solo, me puse en contacto con los padres y les planteé este punto de vista. Como ambos son personas muy inteligentes, aceptaron que educar a mi nieta en esta línea, que tiende a rozar la estupidez, no era bueno para ella. Ellos se alimentaron con carne y crecieron saludables, ¿por qué dejarse llevar por una moda que fracasará? Somos omnívoros, comemos carnes y vegetales, esa es nuestra alimentación natural.

Por supuesto, todo es mejor balanceado, sin abusar de las grasas, de los carbohidratos y de las mismas proteínas. También es positivo que hagamos conciencia sobre nuestros métodos de producción, y no solo en el caso de los animales, sino también en el de los vegetales (los bosques que se pierden y el empobrecimiento de la tierra). Sin ninguna duda, si pensamos profundamente en todo lo anterior, llegaremos a la conclusión de que somos demasiados y de que tenemos que detener la plaga humana (a nosotros), antes de que acabemos con todo y terminemos por deshumanizarnos por completo.

Una cosa más: Mi nieta, que es una excelente médico, hoy es una omnívora humana normal.

Y ahora sí que termino. Parece que hoy tenía ganas de escribir, así que voy a aprovechar el impulso para ponerme a trabajar.

martes, 9 de junio de 2015

Mi derecho a odiar


Mi querida amiga Elenita me ha pedido que publique esto y que de autorización para que sea republicado por cualquiera si así lo deseara. No vamos a escribir eso de: “la opinión que aquí se refleja es únicamente la del autor”. Elena, tenemos la misma opinión y estamos contigo.

Me pides que no odie, pero por lo visto no te importo, o no te importamos, porque no sabes nada de mi odio.

En enero de 1959 yo no había nacido. Hay siete años de mi vida en que la Revolución corría y yo no estaba en el mundo, pero en ese tiempo sucedieron cosas que me duelen hoy y que tienen que ver directamente conmigo.

 Mi tío Emilio Sarmiento Lorca

A mi tío Emilio, que era homosexual, se lo llevaron obligado a trabajar como esclavo a un campo de concentración en el que se leía a la entrada «El trabajo te hará hombre». Mi abuela y mi madre, que aun no se había casado y que tenía solo 17 años, fueron a visitarlo en cuanto se enteraron donde estaba. Cuando lo vieron flaco, comido por los jejenes y los mosquitos se pusieron a llorar de rodillas en la tierra y él les dijo suplicando.

-       No lloren, que cuando ustedes se vayan me castigan a mi.

El nunca salió de ese lugar. Uno de sus amigos sobrevivientes le contó a mi familia como murió. Estaba trabajando cortando caña y fue a beber agua. Uno de los militares que vigilaban le dijo que no podía, que el ya había bebido hacía un rato y que tenía que esperar dos horas más. El tiró la mocha al suelo y dijo que si no tomaba agua no cortaba más. Otro de los guardias, sin mediar palabra, le arremetió con la culata de un fusil, que no recuerdo el nombre, pero si se que era un arma checa. Cayó sin conocimiento en el suelo y se lo llevaron a la enfermería. No lo curaron. Allí los revolucionarios superhombres (el hombre nuevo), lo violaron repetidas veces. En la noche lo metieron en una celda que llamaban «la caja» porque quien entraba ahí no podía moverse. Con las pocas fuerzas que le quedaban pedía agua. Un guardia le llevó agua y cuando un tal Teniente Zaldívar lo descubrió, le dijo a este otro infeliz, que si le daba otra vez agua a Emiliana, al día siguiente él iba a estar en el grupo de los maricones también. Una oferta que rechazó de inmediato. En la mañana, lo sacaron y le ofrecieron de beber en una lata, orine de todos los guardias. –Dale, bébete eso maricón. Demuestra que tienes sed de verdad -. El tiró la lata y no bebió. Entre varios guardias lo cocieron a patadas y alguna de ellas debió ser la que le quitó la vida. Así murió un joven de dieciséis años, cuyo único delito era vestir un poco raro y no caminar derecho.

Mi abuelo paterno, Julián

Me contó mi padre que cuando el abuelo, Julián Pardo García, vivía, era el hombre más bonachón del mundo. Tenía tres empleados en la tintorería que parecían más sus jefes que sus empleados. Algunos como Herminio le daba hasta órdenes. «Don Julián, hace falta que mueva esas cajas para el patio que así no se puede trabajar», e iba el bueno de mi abuelo y las movía. Uno de sus empleados, Ramón Ledesma Jorrán desapareció en el verano de 1957, para bajar de la Sierra junto a los barbudos. Al poco tiempo se apareció en la lavandería para decirle a mi abuelo que esa ya no era su lavandería y que el gobierno nombraría a un administrador. El había trabajado toda la vida en otra lavandería, aprendiendo el oficio y ahorrando para tener la suya. Con muchos sacrificios logró su objetivo. Sin embargo, aquel día le arrebataron el esfuerzo de toda su vida.

No pudo soportarlo. En la noche le sobrevino un dolor en el pecho que no dio tiempo para nada. Herminio, estaba en el velorio y solo se le oía decir: Ay Ramón, que un rayo te parta en dos, so desgraciado. A Ramón no le partió un rayo, pero le fue peor. Cayó en desgracia y lo tronaron. Se metió a la bebida y andaba como un andrajo por las calles de Centro Habana. Mi abuela paterna, a veces le daba ropas viejas de mi abuelo y un pan con algo. Un día el muy imbécil le preguntó porque lo ayudaba. Ella respondió:

-       No te ayudo, alargo tu calvario. Quiero que vivas mucho tiempo en la mierda que ayudaste a construir.

Una semana después de esta conversación, lo encontraron ahorcado en su apartamentico de Centro Habana, a dos cuadras de mi casa

Mi abuela paterna, Luisa

Mi abuela Luisa sobrevivió a la muerte de mi abuelo, pero nunca perdonó la injusticia que la Revolución había cometido con ella y su marido. Mi padre la visitaba casi a diario y hasta vivimos un tiempo con ella para que no estuviera sola. Por suerte, una prima que vino a estudiar a la Habana terminó haciéndole compañía y así pudimos regresar a la otra casa que era más grande y cabíamos mejor.

Mis abuelos maternos

Ellos quedaron marcados para siempre. Mi abuela celebraba cada cumpleaños de mi tío como si él estuviera vivo y mi abuelo se encerraba en el cuarto. Yo pienso que lloraba, pero nunca lo supe. Mi madre trataba de cubrir aquel vacío, pero era muy difícil. Cuando nació mi hermanito quiso ponerle el nombre de mi tío, pero mis abuelos se opusieron.

-       No marques a nuestro nieto. Hay un solo Emilito y espero que nunca lo niegues.

Mi madre cumplió. Nos hablaba de su hermano y de lo bien que tocaba el violín. Mi hermano finalmente se llamó Julián, como mi abuelo paterno.

Yo

Cuando cumplí seis años me hicieron pionerita. Llegué a la casa con una pañoleta y cuando mi madre la vio, lo primero que me dijo:

-       ¡Niña, quítate eso, que en esta casa nadie quiere saber de los inventos de esa gente!

Yo no entendía, pero al siguiente día, suponiendo que no debía llevar pañoleta, no la llevé. La maestra me sacó del aula por la oreja y me llevó a la Dirección. Me sometí a un interrogatorio larguísimo.

-       ¿Quién te dijo que no trajeras la pañoleta?
-       ¿Tu familia es testigo de Jehová?
-       ¿Te regañaron ayer por llevar una pañoleta?

Estas preguntas la repetían y repetían, y yo lloraba. Cuando mi madre fue a recogerme, yo estaba en la Dirección, pero ya había sido paseada por toda la escuela como si fuera una criminal. Ella no dijo nada. Me cogió de la mano y me sacó de allí.

Ese día en la tarde, mi madre y mi padre tuvieron una discusión muy fuerte, pero mi abuela me hablaba sin hacer pausas para que yo no pudiera escuchar nada. A la mañana siguiente, mi padre me vistió para la escuela y me puso la pañoleta. Me dio un beso en la frente y me dijo: - ¡Elenita, que linda te queda esa pañoleta! -.

Yo no era tonta. Sabía que todos me protegían por encima de todos sus sentimientos. Al punto, que mientras fui niña, delante de mi no se hablaba de la Revolución, ni positivo ni negativo.

Mi hermano Julián

Mi hermano Julián, que era dos años menor que yo, también tuvo problemas. No era homosexual, pero era algo peor. De niño se lo cuestionaba todo y ya en la secundaria comenzó a hacer preguntas difíciles de responder para una profesora de Marxismo. Cuando llegó a la Universidad, se negó a participar en actividades políticas y muy pronto se ganó enemigos entre los chivatos de la Seguridad del Estado, los que vivían para vigilarlo. Pero el era muy inteligente y los confundía. En cuarto año, pasó lo que siempre temí. Lo sorprendieron en el baño escribiendo “Abajo la Tiranía”. Ese mismo día lo expulsaron de la Universidad. «La Universidad es para los revolucionarios», le gritaron mientras se alejaba, pero él tampoco era fácil.

-       Métanse las dos por el culo -, gritó desde lejos.

Pero esta historia no terminó ahí. En la noche lo fueron a buscar en dos carros militares y no supimos de él hasta después de cuatro meses. Lo estuvieron torturando en Villa Marista. Mis padres y yo íbamos casi a diario para preguntar por él, pero ellos decían que Julián no estaba allí, que fuéramos a la policía.

Contó mi hermano, que querían saber si él tenía contacto con personas del extranjero, porque para esta gente todos son enemigos del Norte. No son capaces de imaginarse que la gente también puede pensar. Pero, como me dice mi esposo hoy en día, «el que no piensa no puede imaginarse que otros puedan hacerlo, y para colmo creen que ellos son los que piensan».

Como era de esperar, mi hermano se volvió un disidente muy activo. Cuando se enteró que estaban planeando meterlo preso, trató de huir en una balsa echa con cámaras infladas de tractor. Nunca llegó a su destino. Mi hermano Julián yace en el cementerio más grande de cubanos que existe; el estrecho de la Florida.

Nosotros

Mi esposo logró salir de Cuba por Italia y después me reclamó. Nuestra vida no ha sido fácil. A él nunca lo dejaron regresar a ver a su madre enferma, que por suerte murió en casa de mi madre, en nuestra gran familia.

Y ahora mi odio

No me preguntes porque odio, dejaré de odiar el día en que se haga justicia en el país de nunca jamás.

Si crees que por no perdonar soy una mala persona, te creo. Pero entonces no podrás evitar que te desee cosas parecidas a las que me han sucedido a mi y a mi familia. Que persigan y que asesinen a los tuyos, que le creen un dolor a tus seres queridos tan grande que los haga vivir en un luto eterno. Entonces te preguntaré, que se siente al odiar.

¿Quieres que pase por alto todo y que queden libres los culpables? No será así. Yo crecí en el dolor y mis hijos lo sabrán o ya lo saben, y los hijos de mis hijos. La ignominia de la Revolución Cubana no debe ser olvidada jamás y estoy segura que hay miles de compatriotas que piensan igual que yo.

Que no me pidan que no odie a los que me han odiado, a mi, a mi familia y a mi pueblo cubano. No habrá borrón y cuenta nueva si no hay justicia. Eso lo sabe bien Raúl Castro y sus descendientes. No hay perdón, lo juro por mis muertos, por mis vivos y por los que faltan por nacer.

Espero, Sandra María Rojas Fernández, y compañía, que ahora si lo hayas entendido.

Elena Pardo Sarmiento.

(El texto ha sido copiado tal y como fue enviado por la autora, que es una excelente persona y una gran amiga)


De Revoluciones e Intelectuales


Es interesante ver que existe una constante en cuanto a la forma de entender la intelectualidad en todas las Revoluciones. (No se entiende por Revoluciones a las Dictaduras, aunque lo primero pueda conducir a lo segundo). Para empezar por alguna de estas Revoluciones, pondría primero mencionar a la francesa, seguiría por la rusa, después por la de la Alemania Nazi, tal vez viene bien la china de Mao, y por supuesto, como soy cubano, la de Cuba. Pues bien, todas en sus inicios hicieron cambios radicales en la Intelectualidad. Todas las mencionadas hicieron quemas de libros y sobre todo reprimieron y asesinaron a los intelectuales que no se acoplaban con la visión de la Nueva Sociedad.

Es casi parte del folclor de la Historia la caza de gorriones que impulsó Mao, “para salvar la cosecha”, que al final se volvió a perder porque las plagas que antes se comían aquellos gorriones pasaron a una ofensiva mayor. El Che tenía una fuerte visión anti-intelectual y tachaba de estos de parásitos inútiles. El pensaba que todos los buenos revolucionarios deberían oler a grajo – Como narra Núñez Jiménez en su libro “En marcha con Fidel” –. Y es lógico. El intelectual viene corrompido con ideas independientes, o cuanto menos diferentes. Para construir una sociedad nueva, hace falta un ser humano nuevo y esto circunscribe a los intelectuales. Diríase que entonces el intelectual, con toda razón, es un ser detestable porque lleva la semilla de la inadaptación.

Propaganda maoista que llama al exterminio de gorriones
Fidel Castro y Ubre Blanca
Acabo de escuchar a una joven venezolana-revolucionaria-chavista decir que, “la solución para la escasez de acetaminofén, es sembrar plantas de acetaminofén”. Siendo irónico con toda intención, seguramente después no podrían recoger la cosecha por falta de cajitas. Otra vez la oligarquía, el imperialismo, las transnacionales, etc., serían las culpables, nunca la incapacidad de estos revolucionarios que piensan que los intelectuales, con sentido de independencia, no son realmente importantes. Las revoluciones se apoyan en ese entusiasmo, pero no en el pensamiento libre. ¿Quienes son los que tienden a pensar de una manera más libre? Para mi no hay dudas, los intelectuales.

Hay un desprecio muy marcado hacia el que habla con cordura, pero sin dejarse llevar por esa pasión revolucionaria. Se nota en los debates, porque el lema que funciona es el de “si se puede”, aunque sea algo tan absurdo como sembrar un producto que se obtiene por síntesis químico-orgánica y no por métodos agrícolas. La gente aplaude sin detenerse un segundo a pensar en el contenido, porque no importa el disparate, solo cuenta el entusiasmo. – El razonamiento lógico, puede menos que el razonamiento emocional –.

“Como los revolucionarios siempre podemos”, podemos destruir todas las vaquerías del país (o la mayor parte de ellas) para sembrar caña de azúcar. Entonces el precio del azúcar cae, nos quedamos sin carne y sin leche, pero nos asignan 20 libras de azúcar per cápita. O, los cubanos de mi generación todavía alcanzarán a recordar, a aquella vaca que podía dar cien litros de leche diarios, según el Comandante en Jefe. ¿Qué dirían hoy esos grupos enardecidos que defienden con tanta vehemencia los derechos de los animales? Dirían: "es un abuso", pero un intelectual con cultura agropecuaria diría: “es imposible”.

(La “esencia” de este artículo, no el “texto”, forma parte de un libro que está en proceso de revisión).