Las Navidades pueden ser muchas
cosas, negativas y positivas, pero nunca dejan de ser especiales.
En esta parte del mundo en que
vivo, estos días se convierten en razones comerciales y consumistas, donde se
mueve el dinero y la gente se hace un poco más pobre y feliz. Menuda
contradicción, ¿verdad? Los gastos en la canasta familiar se triplican, porque ahí están los regalos, las ofertas, las tiendas que abren desde más temprano
hasta más tarde, el vino, la cerveza, el whisky, el champan, el cava, el ganso,
el puerco, los turrones, las lucecitas de colores intermitentes en una sinfonía
europea rediseñada en China, y la familia.
En el mundo en que viven los
cubanos de mi Isla, donde un mar voluntarioso y castrista se encarga de
recordarles “esta es tu casa”, la navidad también llega con sus matices
rechinantes. Hasta no hace mucho no se podían celebrar estas fiestas
religiosas, pero gracias a Juan Pablo Segundo, el Comandante en Jefe concedió a
los cubanos ese derecho. Desde ese día, los cubanos que la celebraban en
secreto no tuvieron que ocultarse y los que no la celebraban porque no era
acorde a sus principios del socialismo dialéctico, siempre materialista,
corrieron a las iglesias para ver las pobres y talentosas representaciones del
nacimiento del niño Jesús. Maravillosamente, el país proclamado cien porciento laico,
con las banderas del comunismo a la espalda, ya no lo era tanto. Las navidades
nunca fueron un problema político para el cubano, tan solo el tabú pseudo-ideológico
de nuestros líderes revolucionarios.
Yo nací a mediados de los
sesenta. En mi casa, cuando Diciembre entraba en la escena del tiempo, se
habría el closet de la abuela. De allí salían los tesoros en forma de guirnaldas,
bolitas brillantes y metalizadas híper-frágiles y no tan resistentes como las
de hoy, y mis preferidas, las bombillitas de colores. Luego, algún amigo de
la familia se aparecería con un pedazo de pino y mis tías lo convertían en un
árbol gigante y miniaturizado. La nieve era puro algodón, recuperable siempre para
otros destinos entre las entrepiernas de la alta población femenina de mi casa.
Si, celebramos las navidades en secreto y debo confesarles que no me interesaba
para nada saber quien era aquel muñequito de yeso que amanecía cada 25 de
Diciembre. Aparecía casualmente el mismo día en que moriría mi otra abuela,
Maña, años después.
Las bolitas de navidad desaparecieron
de mi casa a finales de los setenta, cuando mi hermana pequeña, atraída por su rareza, decidió degustar uno de aquellos frutos fantásticos. Después de una
sesión entera de Rayos X en el Hospital Naval de la Habana del Este, y dos
días hurgando entre la mierda de una bebe muy voraz, aparecieron los restos. Mi
madre, tan radical a la hora de solucionar los problemas, puso una docena de
cajas llenas con estos objetos de decoración a la orilla de un tanque de basura y desaparecieron en cuanto se dio
la vuelta. Desde ese momento el arbolito se decoraría con pequeñas creaciones
de papel y otros materiales menos peligrosos.
A pesar de crecer en una familia
muy religiosa, hoy por hoy soy ateo, pero para mi las navidades son algo más
que una celebración mística. Es el momento de estar con los que están y recordar
a los que ya no pueden hacerlo. Estar triste o feliz en esos días, es esa opción
en la que nadie se atrevería inmiscuirse. Deja de ser relevante si el pino o
sus piñas coníferas son un símbolo pagano, o si Jesús de Nazaret no nació en
realidad un 24 de Diciembre del 0000. Lo que importa es ese momento en que la
familia tiene una escusa para reunirse, poner las diferencias a un lado y estar
juntos siempre que se pueda.
Feliz Navidad a todos mis amigos de
Cuba que padecen la persecución de un gobierno que no entiende de colores. Felicidades
a personas como Antonio Rodiles y su esposa Ailer, Yoanis Sánchez, Rosa María
Paya y el exquisito Orlando
Luis Pardo. Las
ideologías no deberían ser importantes cuando medie el amor.
Felicidades también a los que no son
perseguidos, o prefieren creer que no lo son. A mi padre y a esas personas
adorables que lo rodean, a la familia de mi esposa, a mis amigos de otros
tiempos que ni siquiera saben que aun existo.
Mi corazón navideño para mis hijos, +Lil, +Jose, y Carlos y para mi esposa +Xiomara que siempre esta de mi lado. Mis mejores deseos para mi familia de
España, de Estados Unidos, de Alemania, de Venezuela y de Cuba. Disgregados, pero
unidos.
Todo mi amor a mis compatriotas, cubanos y españoles, desde New York.
Deberias creer en algo. Eres tan arrogante, que no te importa negar a Dios.
ResponderEliminarLa arrogancia no está en nuestras creencias, sino en creer que las nuestras son mejores. Feliz Navidad Robert.
EliminarCreo en muchas cosas, incluso divinas desde mi perspectiva, pero creer es una opcion y saber un privilegio.
EliminarQue gracioso eso que el algodon nunca se desperdiciaba. Que tiempos caballero. Mi hija no se imagina la diferencia que es ir a CVS y comprarse sus cositas al algodon que casi nunca habia y que muchas veces habia que usar unos trapitos que lavabamos en la bañadera. Feliz Navidad y que viva el mundo del consumo, pero con mesura.
ResponderEliminarSiempre con ese gusto tan fino. Me gusta esa bolita roja y solitaria en medio de tanto azul. Tan propio de ti, buscando todo lo que es perfecto. Feliz Navidad aunque no podamos ser amigos.
ResponderEliminarLa amistad no es un derecho, pero felicidades a ti tambien. Es un gusto ser leido desde las entrañas.
EliminarLas navidades son eso que dices amigo, una justificacion para reunirse. Vamos a ver que pasa con Cuba en el futuro, si todas las familias divididas por diferencias politicas pueden ponerlas a un lado y compartir la felicidad de estar juntos. Feliz Navidad y esperemos que nieve en New York o que llueva cafe en el campo.
ResponderEliminarFeliz Navidad a todos los cubanos
ResponderEliminarFeliz Navidad hermano. Que la pases bien con tu familia. Que en algun momento de este año que se acerca esas dos personas que te faltan a tu lado y que a todos nos constan lo que signifian para ti esten a tu lado. Un abrazo y todo mi aprecio para ti.
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