jueves, 20 de marzo de 2014

Análisis optimista sobre Venezuela

La mayoría de los analistas políticos coinciden en una evidencia cuando se trata de Venezuela, es un país polarizado al extremo. Las dos caras fundamentales de la sociedad están enfrentadas radicalmente. No se trata del clásico careo entre los Demócratas y los Republicanos estadounidenses, o el de los Socialistas y los Populares españoles; dos contextos políticos bien conocidos por los cubanos. En el caso de los venezolanos, el enfrentamiento es radical, porque no hay puntos de coincidencia. Los chavistas persisten en un modelo que durante quince años ha demostrado con creces su inoperancia y los opositores ya no quieren convivir con nada que se parezca a ese modelo social.

Detrás de la resistencia chavista se esconde la nostalgia y la fidelidad a todo pecho por el caudillo muerto; una forma emocional de no traicionar su memoria. Chávez, un poco por su habilidad política y otra por el vulgarismo, cautivo a aquellos que se sentían marginados y les reveló un supuesto camino de venganza contra aquellos que gozaban de un mejor estatus social. Es curioso, pero es obvio que desde las revoluciones más insignes hasta las más decadentes, incluyendo a la Revolución Francesa, siempre estuvieron marcadas por dos elementos, uno objetivo y otro emocional. El primero lo constituye, sin ninguna duda, la injusticia y la excesiva pobreza. El segundo, no se sorprenda usted, es la envidia.

El chavismo ha convencido a sus adeptos de que los problemas del país son culpa de una vieja oligarquía, que no quiere ceder ante el arrollador avance de una sociedad socialista. En ésta, el Estado asume todo el roll de las competencias individuales y determina, de manera fulminante, en el destino de las cosas y de las gentes, sin apelativos y sin peros. Sin embargo, la realidad es que una oligarquía es sustituida paulatinamente por otra; la nueva oligarquía bolivariana. En ese argumento, de acuerdo a las innumerables definiciones de Fascismo, incluida la de los marxistas, el gobierno venezolano de la actualidad se presenta y se define de manera muy cercana a este axioma.

El fascismo crea las premisas para incorporar a sectores muy extensos de las masas a la lucha a causa de la privación absoluta de derechos, poniendo de manifiesto la identidad de intereses entre la democracia y la revolución socialista.

Extraído de: «Fascismo en base al análisis de clases del Fascismo».

En el caso de la oposición venezolana, esta vez acorralada y marginada respecto a las instituciones del Estado, hay un claro sentido de la supervivencia. Ha comprendido, después de varios años de enfrentamientos con el muro de la inmunidad político-chavista, que el diálogo sujeto a los guiones del gobierno terminan siendo monólogos en los que les queda muy poco margen para decir algo. Esto lo vemos en el congreso de los diputados, donde Diosdado Cabello, ha asumido perfectamente su papel de policía de la democracia. Silencia a la oposición, con insultos, amenazas, desconectando micrófonos e incitando a la violencia física. Su papel preferentemente debería ser apolítico, como ocurre en el mundo de la democracia más respetable. Este acérrimo chavista no disimula su intención de jugar un papel oficial, trascendiendo y sobrepasando sus obligaciones, puesto que su única responsabilidad, real y constitucional, es la de regular las intervenciones de los diputados de manera justa y equilibrada. Esta es la trama básica y esencial de la política actual en Venezuela, pero hay un elemento indeseado para el gobierno que la está cambiando.

Se trata de una guillotina creada a la medida de las circunstancias; el deterioro económico. Todas las revoluciones de izquierda se han caracterizado por incurrir en tres sucesiones de eventos fundamentales:

1- Control absoluto de las instituciones.
2- Promover justicia social por medio de bienes no creados por el Estado, es decir, expropiando a terceros.
3- Una incapacidad inherente para restablecer esos bienes, o crearlos.

Venezuela está tropezándose en estos momentos con el último de los incisos. Y en este sentido comienzan a definirse algunos elementos. En primer término el desabastecimiento. Por si a alguien les recuerda algo, es exactamente lo que ocurrió en Cuba y la justificación que encontraron por aquel entonces fue fielmente la misma: «el acaparamiento intencional para generar el caos y el descontento social». Así nació la libreta de abastecimiento y ya sabemos los malabares que tuvieron que seguir haciendo las familias cubanas, y que continúan haciendo, para solucionar sus problemas alimentarios y demás avituallamientos.

El problema es que en el caso de Venezuela esta justificación tiene un problema. Se trata del país con mayores reservas de petróleo del Planeta y uno de los mayores exportadores de crudo a nivel internacional, lo que técnicamente debería convertirlo en uno de los países con mayor Producto Interno Bruto (PIB) y por tanto podría hacer gala de elevadísimos índices de bienestar social.

Si habláramos de ineficiencia económica, aun en ese caso, no debería existir tal desabastecimiento, así que como ya todos sospechan, en el caldero de las dudas queda algo más.

Ya son bien conocidos los múltiples escándalos de corrupción en PDVSA, la mayor entidad venezolana que gestiona la explotación y exportación de petróleo, y que esta vinculada directamente a la misma gestión del gobierno. Sus directivos son puestos a dedo por el mismo presidente y sus afines más cercanos, todo esto sin contar la mano oculta que mueve los hilos desde la Habana. Ya no son pocos los gobiernos de América Latina que han recibido dinero constante y sonante de manos del gobierno chavista. Escándalos de maletas repletas de dinero en valijas militares y diplomáticas, campañas electorales completamente subvencionadas, y prestamos de dinero petro-venezolano sin intereses y  a largo plazo.

Mientras, Venezuela necesita abastecerse y ha recurrido a todo tipo de gestión, casi siempre poco ortodoxa con tal de lograrlo. Más recientemente el escándalo de corrupción, que devino en una deuda de mas 500 000 millones dólares que se debían a los comerciantes panameños. «El gobierno fija los precios en una arenca populista que pretende disimular su inoperancia productiva y en ese desbalance los comerciantes venezolanos no pueden pagar su deuda a los de Panamá. Así la mesa de lo que está en camino queda servida, Panamá detiene sus suministros a Venezuela, más desabastecimiento y esta vez con muy pocas posibilidades de poder invertir el proceso.

Las palabras triunfantes, soberbias y amenazantes contra «el imperio que pretende intimidarlos y rendirlos por hambre» suenan bien en la Tele, pero en los hogares las tripas crean un sonido diferente que no entienden en el Palacio de Miraflores. La «dignidad» de los que no sufren el problema, comienza a parecer poco creíble. Lo de siempre. Lo mismo antes del chavismo y ahora con el chavismo, pero con una diferencia distintiva: «Ya no hay pan con que cerrarle la boca a los que cambian de opinión».

En ese contexto se debate Venezuela. Una vez más la izquierda dura, la buenita y del pueblo, no tarda en sacar las uñas. No se mide en tachar de fascistas a quienes ya no siguen su comparsa de iguales todos, iguales en esta desgracia. En mi país diríase que están aplicando eso de: «di puta antes de que te lo digan», pero eso es lo menos importante.

Las justificaciones cada vez son menos creíbles y repetitivas, pero las soluciones son inefectivas. El discurso tiende a aburrir y la mesa, una vez más, está vacía. Y como el país se deshace, sumándose a la debacle cubana sin estar invitados oficialmente, cosas pasan. O quizás, es mejor decir: «o se suma o se enfrenta».

Aquí dejo esta forma optimista de ver el problema, porque quizás muy pronto estos inoperantes tengan que sacar algún provecho de su lealtad a los Castros. Puede que alguno de ellos termine en la Habana detrás de un escritorio, llorando la grandeza que ostentaron una vez y que perdieron por su incompetencia arrogante y su locuaz estupidez.

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