miércoles, 6 de marzo de 2013

Consternación y dudas después del anuncio de Nicolás Maduro por la Muerte del líder venezolano Hugo Chávez Frías.



Foto falsa que se anticipó a la muerte de Hugo Chavez,
difundida a travez de Twitter
Hace poco más de dos años pudimos ver las muestras de dolor, cuasi histéricas, del pueblo de Corea del Norte inmediatamente después de ser anunciada la muerte de su líder Kim Jong-il. En aquella  ocasión el mundo se sorprendió una vez más, hombres y mujeres emitían sus llantos, cual gemidos teatrales de corte asiático, o eso nos parecían. El llanto era disciplinado y efusivo, transcendiendo el incienso que sobrevolaba la península coreana, más arriba del paralelo 38.

Ahora, nuevamente el llanto, esta vez reconocible por mi, o por mi legado cultural, no tan disciplinado ni organizado, pero siempre el mismo, el fanatismo absoluto al líder. Sí, Chávez era muy querido por una fracción muy significativa de su pueblo, que veía en él, el mesías que acabaría con los ricos, con la oligarquía como él mismo prefería llamarles.

En tanto, iba surgiendo una nueva clase con poder, que aparentemente representaba al pueblo, pero que casualmente tenía los mismos gustos occidentales que esa otra que poco a poco iba suplantándose.

No podemos olvidar que se trata de un país con uno de los recursos más apreciados de nuestra era, el petrolero. Ese recurso, nacionalizado y administrado por su gobierno le permitió maniobrar, siempre de manera muy generosa, en los países de su entorno latinoamericano. Unas veces para favorecer a sus aliados y otras para atacar a los enemigos que él elegía como tales.

Hombre de lenguaje vulgar, que recordaba con toda intención su poca cultura y carencias académicas, pero que sabía bien como usar su talento vociferador. Con esa idoneidad lograba atraer al público mayoritario de Venezuela,  que llevaba sufriendo durante décadas, bajo las palabras ilustres de otros gobernantes instruidos, el defalco.  Así fue como Venezuela entró en el siclo de las revoluciones de izquierdas, caracterizadas siempre por la perpetuidad y la putrefacción de sus dirigentes en el poder. ¿Cuánto tiempo hubiera gobernado Chávez si ese “cáncer imperialista” no le hubiera atacado? No lo sabremos, pero todo apunta a  que sería tan longevo en su poder como lo fue su maestro, sus propias palabras  cuando se refiere a su Comandante, Fidel Castro.

Pero la pregunta que ahora interesa es otra. ¿Qué va a pasar con Venezuela? ¿Habrán elecciones? Es probable que si. Siempre que la Habana se vuelva a sentir segura, las habrá. Es obvio que la capital cubana tiene una influencia profunda sobre Caracas y de acuerdo a esta misma proyección, Venezuela ha estado navegando con entusiasmo por la política de su región.

Chávez era un auténtico fanfarrón antiimperialista, pidiendo a gritos el reconocimiento de ser el objetivo malévolo de un país poderoso, al que el mundo ha odiado siempre de acuerdo a la moda progre. Su problema era otro, el del protagonismo, el de no tener que compartir el escenario. El gran líder exigía sin ocultarlo todas las cámaras frente a él, y mostrando al mundo la mejor de sus caras. De ahí, que cuanto más lo ignoraba el enemigo, más se exaltaba, más se remordía.  Los Estados Unidos no le hacían el caso suficiente, al menos tanto como él hubiera deseado. Mientras Venezuela cumpliera sus acuerdos económicos, bueno para el Imperio y bueno para la República Bolivariana, y esa era la realidad que no podía aceptar.

Herido y despechado por su la intrascendencia en las preocupaciones de occidente, insistió en su insolencia hasta que el plató fue solo para él.  Es de suponer que su maestro, enamorado del discípulo, hizo una buena parte del trabajo.

Hugo Chávez financió campañas en Argentina y en Bolivia, y hasta la fecha ha procurado que las calles de La Habana se mantengan más o menos iluminadas.  Nadie duda la importancia que tiene su actuación dentro América Latina y la influencia que ha suscitado dentro de la izquierda más rancia de Europa, pero esto también ha tenido un precio muy alto para Venezuela.

Fuentes AFP y Transparecia Internacional
 La decadencia económica del país hoy es más palpable. Supermercados desabastecidos, alto precio del combustible, además de ser el país más corrupto del hemisferio, después de Haití según el informe del 2011 de Transparencia Internacional, y una inseguridad ciudadana sin precedentes históricos. Ese es el país que deja Chávez, pero por si fuera poco se trata de un país dividido.

El pueblo venezolano no va en su conjunto hacia una misma dirección. Los preceptos para la recuperación económica están totalmente encontrados y se disputan abiertamente el derecho o no a la prevalencia de la propiedad privada. Chávez era ese individuo barriobajero que intervenía viviendas y locales y las repartía a dedo, mientras Televisa o el Canal Sur daban a conocer el espectáculo. Allí estaba Chávez, siempre vulgar, pero elocuente, autócrata, pero de pueblo, allí estaba para adueñarse de los escenarios.

La suerte de Venezuela es incierta, pero es evidente que la muerte del mandatario, además del mito que se auto-procura, también dará una nueva oportunidad de rectificar sus errores. No es posible vaticinar el futuro con tantas divisiones y tendencias diferentes. Soy pesimista, pero a pesar de ello tengo una leve esperanza de que su muerte de al traste con un nuevo amanecer para los venezolanos.