viernes, 28 de diciembre de 2012

Peter Higgs, postulado para el Premio Novel de Física se inserta en la polémica de la relación entre la ciencia y la religión


A la adorable científica, +Lil .

La mayoría de los lectores ávidos de Best Selers, no pueden ser ajenos a la Novela de Dan Brown,  Ángeles y Demonios. El tema central es el mismo, el divorcio, o la relación, entre ciencia y religión. Todo comienza en un acelerador de partículas en donde se logra extraer una cierta cantidad de un material cuyo nombre denominativo es «antimateria».  Precisamente Higgs es el hombre que postuló en 1964 la posibilidad de otras formas de materias, incompresibles aun para el mundo científico. Solo la posibilidad de mostrar que es posible lo hace apasionante y propiamente posible.


Perte Higgs. Foto tomada de la página de la Facultad de
Física y Astronomía, de la Universidad de Edinburgo.
Según sus palabras, él no está de acuerdo con el uso que se ha hecho a su postulado de la partícula «Bóson», a la que el público pro-religioso no tardó en apodar la «Partícula de Dios».  Sin embargo, y a pesar de reconocer su ateísmo, ha sentenciado que la ciencia y la religión pueden ser compatibles.

Una cosa en la que no podría estar de acuerdo con esta idea, es exactamente en eso, en esa compatibilidad. Muchas seudo-ciencias se sirven de la propia ciencia para explicar el «minimalismo humano». Las seudo-ciencias quieren, o necesitan de forma imperiosa, convertirnos en seres infinitesimales. Por ejemplo, presentarnos como incapaces de construir pirámides en el Delta del Nilo, convirtiendo, desde sus apreciaciones simplificadoras, un elemento estético y decorativo, en cascos y naves espaciales. Otro ejemplo es la Teoría del Diseño Inteligente. Esta teoría es estrictamente creacionista, aunque nunca logra explicar, o reconocer, quien o quienes son los creadores.

Las seudociencias hacen sus argumentaciones sembrando la duda e intentando desacreditar otras investigaciones científicas. Usan el desconocimiento y las metas no resueltas como la prueba de que hay una forma alternativa, y propia de «la navaja de ocan», para torcer el camino labrado con la experimentación de los verdaderos científicos. En mi opinión, si hay un divorcio ineludible entre las ciencias y las religiones.

Sin embargo, esta forma de razonar hiere a los devotos religiosos, porque ellos consideran que es una manera de descrinarlos, o subvalorarlos. Por supuesto que hay grandes científicos que son creyentes. Estos tienen la capacidad de perseguir la verdad, cualesquiera sean las consecuencias, pero negar que hay un espacio muy grande entre creer y saber, es extremadamente pobre y deshonesto.

El creacionismo no ha encontrado un camino real en donde triunfar sin apartarse de la ciencia, sino una forma de desacreditarla. La elección de creer en alguna forma creacionista es valida mientras no se distorsione a la ciencia, porque cada vez que esto ha ocurrido, la ciencia ha encontrado una forma de revelarse y de hacerse notar. Podría decirse que La ciencia nunca ha perdonado, ni en el peor momento oscurantista de la humanidad.

Respetar las creencias de otros entra en el terreno del humanismo y de la tolerancia social. Es el derecho de todos a elegir su forma de pensar y de vivir, siempre y cuando no se entre en contradicción con los derechos más elementales de las personas que conviven a su alrededor.

Otro aspecto que no me gustaria dejar escapar es que el fundamentalismo siempre ha sido religioso o ideológico, pero nunca científico. Eso no quiere decir que algunos científicos en su exceso de entusiasmo, trastocado en fanatismo, puedan ser fundamentalistas, pero en ese caso dejan de ser científicos. Si los ciega una idea y no son capaces de dejar una puerta abierta a otras posibilidades, están negando el propio método científico que los llevó hasta allí; la observación y la experimentación.

Si hay una relación entre ciencia y religión, supongo que este en esa misma discordancia. Cuando el camino de la ciencia se cierra, o se hace estrecho, entonces la teología aparece fortalecida y nos ofrece una nueva posibilidad que puede poner fin a nuestras angustias, pensamientos complicados o preguntas pendientes. Es la historia de nunca acabar: «Un camino científico que se cierra hace que aparezca un atajo teológico, pero luego llega una nueva solución científica, y vuelta a empezar».

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