viernes, 25 de enero de 2013

En busca de la sociedad perfecta. (Normas de Convivencia)


¿Cómo establecer las normas de Convivencia? Partiendo de que cada individuo posee sus propias prioridades y que este concepto podría ser tan versátil como la variabilidad del pensamiento humano, no es posible establecer una definición exacta. Aun así queremos arriesgarnos, y para ello pasaremos por alto el deseo de un asesino de que no existan leyes que lo condenen, o el anhelo de muchos jóvenes a consumir drogas sin ser perseguidos por ello. Hagamos un consenso en este sentido y ubiquémonos en todo lo que quepa dentro del sentido común más universal, que son las normas de convivencia.

Hay muchos intentos que se refieren a estas normas. El más conocido son los diez mandamiento, que aquella tarde bíblica del heroico Abrahán, este se las trajo consigo del Monte Sinaí. La historia cuenta que el pastor subió al monte y permaneció allí cuarenta días con sus cuarenta noches, y que en este tiempo de meditación tuvo un intercambio con Dios. Los mandamientos le fueron entregados en dos lajas de piedras, en las que estaban escritas, en arameo antiguo, las leyes que servirían de base a la mayoría de las constituciones de las sociedades modernas. Estos son los mandamientos:

1.            Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.            No pronunciarás el nombre de Dios en vano.
3.            Santificarás las fiestas.
4.            Honrarás a tu padre y a tu madre.
5.            No matarás.
6.            No cometerás actos impuros.
7.            No robarás.
8.            No dirás falsos testimonios ni mentirás.
9.            No consentirás pensamientos o deseos impuros.
10.        No codiciarás los bienes ajenos.

Los tres primeros, como podrán entender, tienen un carácter estrictamente religioso y comprometedor. Dios sabía lo importante que era que los hombres se implicaran con Él y les fueran leales, ¿sino, porque seguirían al pie de la letra los siguientes siete mandamientos?

A simple vista esos otros siete son normas estrictas de convivencia.

Diríase que el cuarto mandamiento exhorta al respeto de nuestros mayores, al agradecimiento a quienes se han sacrificado por nosotros, a valorar la experiencia que han acumulado durante su vida, a cuidar de los que, por decadencia biológica, se hacen poco a poco más vulnerables.

El quinto, es simple y directo. Matar va en contra de nuestra supervivencia, e incluso, en la naturaleza son muy pocos los casos de asesinatos entre especies similares. Algo en nuestro instinto nos dice que matar es solo aplicable a casos muy extremos y con ello Dios intentaba protegernos de nosotros mismos. Podría suponerse que conspiraba con la Naturaleza en su pretensión de proteger a si especie predilecta.

El sexto y el noveno están muy relacionados. El sexto se refiere a la acción de cometer actos impuros y el noveno se refiera a la intención de pensar, maquinar, estos mismos actos. En este punto también fue necesaria una lista de “actos impuros”, pero no nos ocuparemos de ello en este artículo. Solo decir que el concepto de “actos impuros” ha ido variando mucho en las diferentes sociedades que aparecieron en el camino del hombre por su historia.

El séptimo, como es fácil ver, va encaminado a la protección de la propiedad individual y colectiva, lograda con el esfuerzo de quienes tendrán el derecho a disfrutarla. Una forma de decir: “si deseas algo material, trabaja y esfuérzate por conseguirlo, pero respetando el trabajo y el derecho de los demás”. Ahora vendrá el listo y sentenciara que: “robar también requiere de un esfuerzo”, pero este nunca será superior al del trabajo y la superación individual.

El octavo mandamiento es un poco más complejo, porque impone determinar una “importancia en un contexto”. ¿Que queremos decir con esto? Aparentemente mentir no genera daño o discordia social, pero esto es solo en apariencias. Esto puede presentarse en diferentes contextos, desde la mentira doméstica, un poco más privada, a la mentira que involucre a intereses más generales, la mentira de ámbito social. En ambos casos puede tener consecuencias negativas en las relaciones, pero por poner un ejemplo muy simple podríamos referirnos al presidente de un país. Cuando este miente a sus ciudadanos, puede implicar consecuencias políticas y económicas negativas para una nación entera, si es que no llegan a tener alcances más globales. Tal vez Dios se dio cuenta muy temprano de sería el arma perfecta para dominar a las masas, para idear guerras o para alcanzar riquezas inmerecidas. Las mentiras, son más malas de acuerdo al perjuicio que ocasione a los demás, pero en cualquier caso siempre causarán algún daño.

Y llegamos al último mandamiento, al decimo. “No codiciarás los bienes ajenos”. Observen como Dios hace una especificación importante, la de “el bien ajeno”. Se está reforzando el mandamiento siete de “no robarás”, como mismo se reforzó el mandamiento seis con el nueve. El primer caso implica la acción, la ejecución, el acto en si, y el segundo es el pensamiento, la cavilación, el planeamiento. Es obvio, tomar lo de otros es negativo, pero desearlo también lo es. Sin embargo, tal parece que la codicia cuando no están implicados los “bienes ajenos”, no es un problema. Si, el sabio que escribiera estos mandamientos tuvo la previsión de dejar abierta la idea de que,  ser ambicioso beneficiaría a todos, pues supondría la competencia por lograr siempre un poco más, algo que de alguna manera impulsaría el desarrollo.

Si a partir de ahora alguien tuviera la misión de reescribir estos mandamientos podría sintetizarlos de la siguiente manera:

a) Amarás a Dios, respetarás su nombre y harás conmemoraciones en su honor.
b) Respetarás a los adultos y cuidarás de ellos.
c) No matarás.
d) No harás actos inmorales, ni planificarás hacerlos.
e) No robarás, ni planificarás hacerlo.
d) No mentirás.

Es una interpretación muy respetuosa sobre los Diez Mandamientos, pero en todas las culturas y religiones encontraremos aseveraciones muy parecidas a estas. El problema es que para la sociedad moderna ya no es suficiente. La normas de convivencia de antaño no tenían en cuanta, cuan complejas y vulnerables se tornarían las sociedades del futuro. Aquí entran en la escena los “Derechos”.

No en vano, la especialidad de las ciencias sociales que se dedica a estudiar la organización de la sociedad a través de las leyes, se denomina Derecho. En la medida que los asesinatos empezaron a ser clasificados aparecieron “grados”, que implicaban sentencias diferentes. Robar podría ser clasificado, el adulterio podría ser clasificado, y esto fue siendo valido para todo lo que fuera considerado un delito.

Las cosas se fueron complicando cuando el concepto de ”derecho” se traslado al individuo, que en muchas sociedades y circunstancia podía convertirse en víctimas del Derecho cuando este era aplicado desde los intereses de los gobiernos. Es muy probable que el primer intento de crear una lista sobre los derechos fundamentales del hombre ocurriera tan tempranamente como el 1235 dc. La UNESCO a reconocido la carta de Madén o Kurukan Fuga, como el primer intento de proveer a sus ciudadanos una lista de derechos individuales. Con esos términos se fundó el Estado de Mali, que como uno de sus logros más trascendentales, determinó por ley la abolición de la esclavitud en su región.

Poco a poco se fue imponiendo la idea de que podría ser un derecho comer, educarse, vestirse, recibir asistencia medica, tener un vivienda, opinar diferente, buscar fuentes alternativas de información, viajar, reunirse, tener otras creencias, etc., pero a la par sucedía que muchas sociedades se radicalizaban y volvían la espalda a muchos de estos derechos. De hecho, las naciones que no se suscriben a estos pactos internacionales, en los que se intenta garantizar estas formas de libertades individuales, no suelen aplicarlas, y en muchísimos casos estos firmantes, no las cumplen.

Para alcanzar esa sociedad utópica, o para tender a ella,  uno de los elementos fundamentales a tener en cuenta es la forma en que los individuos puedan convivir con respeto y armonía. Ya hemos visto que desde el inicio de la civilización, el hombre ha intentado establecer normas con este objetivo, pero no es fácil concientizar que los seres humanos nacen con estos derechos. Podríamos agregar al respecto, que las culturas orientales no conocían este concepto porque su sistemas sociales se orientaban hacia los deberes, y nunca hacia los derechos. El pensamiento en si, fluyó desde occidente y se extendió por el mundo, cambiando formas de gobiernos y culturas ancestrales, aunque la realidad demuestre que, tener derechos, es independiente a si son reconocidos, o no.

Nos imaginamos la sociedad perfecta con muchos detalles, pero este, el de los derechos fundamentales de los seres humanos, el de las normas de convivencia, es inapelable.

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